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Transfuciones de Sangre

Posted by kfajardo on Mar 4, 2009 in Uncategorized

CAPITULO 153

Transfusión de sangre

La transfusión de sangre es la transferencia de sangre o de un componente sanguíneo de una persona (donante) a otra (receptor).

Las transfusiones se realizan para aumentar la capacidad de la sangre para transportar oxígeno, restaurar el volumen de sangre del cuerpo, mejorar la inmunidad y corregir problemas de coagulación.

Dependiendo del motivo de la transfusión, el médico puede requerir sangre completa o sólo un componente sanguíneo, como glóbulos rojos, plaquetas, factores de la coagulación, plasma fresco congelado (la parte líquida de la sangre) o glóbulos blancos. Siempre que sea posible, la transfusión se limita al componente sanguíneo que satisface la necesidad específica del paciente, en vez de sangre completa. Suministrar un componente específico es más seguro y no se desperdician los demás.

En los países más desarrollados se realizan varios millones de transfusiones cada año. Gracias al perfeccionamiento de las técnicas de detección, las transfusiones hoy en día son más seguras que nunca. Pero aún ocasionan riesgos para el receptor, como reacciones alérgicas e infecciones. Aunque la posibilidad de contraer SIDA o hepatitis por las transfusiones es remota, los médicos son muy conscientes de estos riesgos e indican transfusiones cuando no existe otra alternativa.

Recolección y clasificación de la sangre

Existen organismos sanitarios oficiales que regulan la recogida, el almacenamiento y el transporte de la sangre y de sus componentes. Muchas autoridades sanitarias locales y estatales, así como la Cruz Roja y los bancos de sangre, entre otros, tienen sus propias normas adicionales.

Los donantes de sangre se someten a varios exámenes para constatar su estado de salud. Se les toma el pulso, la presión arterial y la temperatura y se analiza una muestra de sangre para comprobar si están anémicos. Se les pregunta si padecen o han padecido alguna enfermedad que les imposibilite donar sangre. Las enfermedades como la hepatitis, las dolencias cardíacas, el cáncer (salvo ciertos tipos, como el cáncer de piel localizado), el asma severo, el paludismo, los trastornos hemorrágicos, el SIDA y la posible exposición al virus del SIDA, pueden inhabilitar de forma permanente a un donante. La exposición a la hepatitis, un embarazo, una cirugía mayor reciente, una presión arterial alta mal controlada, una presión arterial baja, la anemia o el uso de ciertos medicamentos, pueden inhabilitar de forma temporal a un donante. Estas restricciones fueron desarrolladas para proteger tanto al donante como al receptor. Generalmente, no se permite a los donantes dar sangre más de una vez cada dos meses. La costumbre de pagar a los donantes de sangre casi ha desaparecido, ya que incentivaba a los necesitados a presentarse como donantes y negaban tener cualquier enfermedad que los inhabilitara como tales.

Para los donantes seleccionados, dar sangre es muy seguro. Todo el proceso precisa alrededor de una hora; la donación en sí misma no lleva más de 10 minutos. Habitualmente se experimenta una sensación de picazón cuando la aguja se inserta, pero el proceso mismo es indoloro.

La unidad de sangre donada es alrededor de medio litro. La sangre recién obtenida se sella en bolsas de plástico que contienen conservantes y un compuesto anticoagulante. Una muestra pequeña de cada donación se examina para detectar enfermedades infecciosas como SIDA, hepatitis vírica y sífilis. La sangre refrigerada se conserva en buen estado durante 42 días. En circunstancias especiales (por ejemplo, para conservar un tipo de sangre poco común) los glóbulos rojos pueden congelarse y conservarse durante un máximo de 10 años.

Debido a que realizar una transfusión de sangre que no es compatible con el receptor puede ser peligroso, la sangre donada se clasifica habitualmente en grupos A, B, AB o 0 y como Rh positivo o Rh negativo. Por ejemplo, el tipo de sangre de una persona puede pertenecer al grupo O-positivo o al AB-negativo. Como precaución adicional, antes de empezar la transfusión, un técnico mezcla una gota de la sangre del donante con sangre del receptor para asegurarse de que son compatibles; este procedimiento se denomina test de compatibilidad.

La sangre y los componentes sanguíneos

Una persona que necesita una gran cantidad de sangre con urgencia (alguien que está sangrando mucho, por ejemplo) puede recibir sangre completa para facilitar la recuperación de la circulación y del volumen de la sangre. Puede también administrarse sangre completa cuando el componente sanguíneo que se necesita no se encuentra disponible de forma separada.

Tipos de sangre compatibles

El componente de sangre que más habitualmente se transfunde son los concentrados de glóbulos rojos, que pueden restablecer la capacidad de la sangre para transportar oxígeno. Este componente puede darse a una persona con hemorragia o anemia grave. Puesto que los glóbulos rojos congelados son mucho más caros que los concentrados de glóbulos rojos, habitualmente se reservan aquéllos para las transfusiones de los tipos de sangre menos comunes.

Algunas personas que necesitan sangre son alérgicas a ésta. Si los medicamentos no pueden prevenir las reacciones alérgicas, la persona puede tener que recibir glóbulos rojos lavados. El lavado de los glóbulos rojos quita del plasma del donante casi todo rastro de sustancias que puedan causar reacciones alérgicas.

Una cantidad escasa de plaquetas (trombocitopenia) puede producir una hemorragia grave y espontánea. La transfusión de plaquetas puede restaurar la capacidad de coagulación de la sangre. Los factores de la coagulación son las proteínas del plasma que normalmente trabajan con las plaquetas para que la sangre coagule. Si no existiera esta coagulación, la hemorragia no cesaría después de producirse una lesión. Los concentrados de factores de la coagulación de la sangre pueden suministrarse a aquellas personas que padecen una enfermedad hereditaria de la sangre, como la hemofilia o el síndrome de Von Willebrand.

Los factores de coagulación se encuentran en el plasma. El plasma fresco congelado se utiliza en los trastornos de la sangre cuando no se conoce el factor de coagulación que falta o cuando no se dispone del concentrado del mismo. También se usa cuando la hemorragia es causada por una producción insuficiente de factores de coagulación como en el caso de una insuficiencia hepática.

No es frecuente que se realice una transfusión de células blancas para tratar infecciones letales en personas cuyo recuento de glóbulos blancos es muy bajo o cuyos glóbulos blancos funcionan de forma anormal. En estos casos, habitualmente se recetan antibióticos. Ocasionalmente, se administran anticuerpos (inmunoglobulinas), componentes de la sangre que protegen al organismo de algunas enfermedades, para crear inmunidad en personas que han sido expuestas a una enfermedad infecciosa como varicela o hepatitis o en aquellas que presentan una baja cantidad de anticuerpos.

Procedimientos de donación especial

En una transfusión tradicional, una persona dona sangre completa y otra persona la recibe. Sin embargo, este concepto está ampliándose. Según el caso, una persona puede recibir un solo componente sanguíneo, por ejemplo las células o los factores de coagulación. La transfusión sólo de componentes seleccionados hace que el tratamiento sea específico, reduce los riesgos de los efectos colaterales y permite usar los diferentes componentes de una sola unidad de sangre para tratar de manera eficaz a varias personas. En otros casos, una persona puede recibir su propia sangre completa (transfusión autóloga).

Aféresis

En la aféresis, un donante da solamente el componente sanguíneo específico que requiere el receptor, en lugar de sangre completa. Si un receptor necesita plaquetas, se extrae sangre completa del donante y una máquina que separa los componentes de la sangre extrae las plaquetas y devuelve el resto de la sangre al donante. Como los donantes vuelven a recibir la mayoría de su sangre, pueden donar sin riesgo de 8 a 10 veces más plaquetas durante uno de estos procedimientos que las que se podrían recoger si donasen sangre completa una sola vez.

Transfusión autóloga

La transfusión de sangre más segura es aquella en que el donante es también el receptor, ya que elimina el riesgo de las incompatibilidades y de las enfermedades inducidas por la sangre. A veces, cuando un paciente padece una hemorragia o es sometido a intervención quirúrgica, puede recogerse la sangre y ser devuelta al paciente. Es aún más frecuente que la persona done sangre que recibirá después en una transfusión. Por ejemplo, un mes antes de la intervención, una persona puede donar varias unidades de sangre para recibirlas (si fuera necesario) durante o después de aquélla.

Donación directa o designada

Los familiares o amigos pueden donar sangre específicamente unos para otros, siempre y cuando el grupo sanguíneo y el Rh del receptor y del donante sean compatibles. Para algunos receptores, saber quién donó la sangre hace que se sientan mejor, si bien una donación de un familiar o amigo no es necesariamente más segura que la que procede de un desconocido. La sangre de un familiar se trata con radiación para prevenir la enfermedad del injerto contra el receptor, que, aunque poco frecuente, ocurre más a menudo cuando el receptor y el donante están emparentados.

Precauciones y reacciones

Para minimizar los riesgos de una reacción durante la transfusión, los responsables sanitarios toman varias precauciones. Después de comprobar dos veces que la sangre que van a utilizar es compatible con la del receptor, la suministran lentamente, por lo general durante dos horas o más para cada unidad de sangre. Debido a que la mayoría de las reacciones adversas se produce durante los primeros 15 minutos de la transfusión, al principio, el receptor es observado cuidadosamente. Después de esto, una enfermera puede inspeccionar al receptor cada 30 o 45 minutos y, si se presenta una reacción adversa, se detiene la transfusión.

La mayoría de las transfusiones son seguras y alcanzan su objetivo; sin embargo, de vez en cuando se producen reacciones leves y muy rara vez reacciones graves e incluso fatales. Las reacciones más frecuentes son fiebre y alergias (hipersensibilidad), que ocurre en el uno al dos por ciento de las transfusiones. Los síntomas incluyen picazón, erupciones, inflamación, vértigo, fiebre y dolor de cabeza. Con menos frecuencia aparecen dificultades respiratorias, jadeos y espasmos musculares. No es frecuente que una reacción alérgica sea lo suficientemente grave como para ser peligrosa. Existen tratamientos que permiten practicar transfusiones a personas que previamente padecían reacciones alérgicas.

A pesar de haber comprobado cuidadosamente la compatibilidad de la sangre, aún existen incompatibilidades que ocasionan la destrucción de los glóbulos rojos que se han suministrado poco después de la transfusión (reacción hemolítica). Habitualmente, esta reacción comienza con una sensación de incomodidad general o de ansiedad durante la transfusión o inmediatamente después de la misma. A veces se originan dificultades respiratorias, presión torácica, enrojecimiento y dolor agudo de espalda. Muy raramente, las reacciones se tornan más graves o mortales. El médico puede averiguar si una reacción hemolítica está destruyendo los glóbulos rojos comprobando si la hemoglobina liberada por estas células está presente en la sangre y la orina del paciente.

Los receptores de transfusiones pueden sufrir una sobrecarga de líquido. Los que padecen enfermedades cardíacas son muy vulnerables, por lo que las transfusiones se realizan más lentamente y bajo un control más estricto.

La enfermedad del injerto contra el receptor es una complicación inusual que afecta a las personas cuyo sistema inmune se encuentra dañado principalmente por drogas o enfermedades. En esta enfermedad, los tejidos del receptor (huésped) son atacados por los glóbulos blancos del donante (injerto). Los síntomas incluyen fiebre, presión arterial baja, erupciones, destrucción de tejido y shock.

          

 

ALTERNATIVAS A LAS TRANSFUSIONES SANGUÍNEAS

Con la conciencia actual sobre los riesgos de las transfusiones, se han originado cambios en las consideraciones de los pacientes, con el latente temor de adquirir un gran número de enfermedades factibles por esta vía, ha crecido entonces, el interés y la necesidad de alternativas, las cuales cada vez tiene mayor demanda por sus resultados.

El presente artículo se enfoca en las alternativas farmacológicas como sustituyentes o ayudantes de las transfusiones sanguíneas, describiendo el uso de factores de crecimiento como la eritropoyetina, la reducción del sangrado perioperatorio con desmopresina, aprotinina, prosterenol y diprodamol, entre otros, así como la terapia con factores sintéticos de la coagulación en ciertas deficiencias congénitas y en sustitución de la sangre.

En la actualidad, la medicina trasfusional, tiene como objetivo todo lo relacionado con la seguridad de la sangre, evitar las transfusiones homólogas y limitar el número de transfusiones. Para esto ha planteado varias estrategias y métodos, entre los que tenemos:

-Tolerancia de hematócritos bajos, como indicadores de transfusión automática en pacientes anémicos y quirúrgicos.

-Donación autóloga preoperatoria.

-Métodos de conservación de la sangre en cirugía: donación autóloga preoperatoria más hemodilución normovolémica, salvamento intra y postoperatorio y reinfusión, aceptación de la anemia normovolémica postoperatoria.

-Reducción de la pérdida iatrogénica de sangre en pediatría con fines diagnósticos.

-Terapia farmacológica (desmopresión, aprotinina, eritropoyetina recombinante, factores que estimulan las colonias, pegantes de fibrina, preparados monoclonales y recombinantes para el tratamiento de las deficiencias de coagulación, etc.)

Pero definitivamente el mejor método es disminuir la frecuencia de las mismas, eliminando las transfusiones innecesarias.

 

 
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La transfusión de sangre es la transferencia de sangre o de un componente sanguíneo de una persona (donante) a otra (receptor).
Las transfusiones se realizan para aumentar la capacidad de la sangre para transportar oxígeno, restaurar el volumen de sangre del cuerpo, mejorar la inmunidad y corregir problemas de coagulación.
Dependiendo del motivo de la transfusión, el médico puede requerir sangre completa o sólo un componente sanguíneo, como glóbulos rojos, plaquetas, factores de la coagulación, plasma fresco congelado (la parte líquida de la sangre) o glóbulos blancos. Siempre que sea posible, la transfusión se limita al componente sanguíneo que satisface la necesidad específica del paciente, en vez de sangre completa. Suministrar un componente específico es más seguro y no se desperdician los demás.
En los países más desarrollados se realizan varios millones de transfusiones cada año. Gracias al perfeccionamiento de las técnicas de detección, las transfusiones hoy en día son más seguras que nunca. Pero aún ocasionan riesgos para el receptor, como reacciones alérgicas e infecciones. Aunque la posibilidad de contraer SIDA o hepatitis por las transfusiones es remota, los médicos son muy conscientes de estos riesgos e indican transfusiones cuando no existe otra alternativa.
Recolección y clasificación de la sangre
Existen organismos sanitarios oficiales que regulan la recogida, el almacenamiento y el transporte de la sangre y de sus componentes. Muchas autoridades sanitarias locales y estatales, así como la Cruz Roja y los bancos de sangre, entre otros, tienen sus propias normas adicionales.
Los donantes de sangre se someten a varios exámenes para constatar su estado de salud. Se les toma el pulso, la presión arterial y la temperatura y se analiza una muestra de sangre para comprobar si están anémicos. Se les pregunta si padecen o han padecido alguna enfermedad que les imposibilite donar sangre. Las enfermedades como la hepatitis, las dolencias cardíacas, el cáncer (salvo ciertos tipos, como el cáncer de piel localizado), el asma severo, el paludismo, los trastornos hemorrágicos, el SIDA y la posible exposición al virus del SIDA, pueden inhabilitar de forma permanente a un donante. La exposición a la hepatitis, un embarazo, una cirugía mayor reciente, una presión arterial alta mal controlada, una presión arterial baja, la anemia o el uso de ciertos medicamentos, pueden inhabilitar de forma temporal a un donante. Estas restricciones fueron desarrolladas para proteger tanto al donante como al receptor. Generalmente, no se permite a los donantes dar sangre más de una vez cada dos meses. La costumbre de pagar a los donantes de sangre casi ha desaparecido, ya que incentivaba a los necesitados a presentarse como donantes y negaban tener cualquier enfermedad que los inhabilitara como tales.
Para los donantes seleccionados, dar sangre es muy seguro. Todo el proceso precisa alrededor de una hora; la donación en sí misma no lleva más de 10 minutos. Habitualmente se experimenta una sensación de picazón cuando la aguja se inserta, pero el proceso mismo es indoloro.
La unidad de sangre donada es alrededor de medio litro. La sangre recién obtenida se sella en bolsas de plástico que contienen conservantes y un compuesto anticoagulante. Una muestra pequeña de cada donación se examina para detectar enfermedades infecciosas como SIDA, hepatitis vírica y sífilis. La sangre refrigerada se conserva en buen estado durante 42 días. En circunstancias especiales (por ejemplo, para conservar un tipo de sangre poco común) los glóbulos rojos pueden congelarse y conservarse durante un máximo de 10 años.
Debido a que realizar una transfusión de sangre que no es compatible con el receptor puede ser peligroso, la sangre donada se clasifica habitualmente en grupos A, B, AB o 0 y como Rh positivo o Rh negativo. Por ejemplo, el tipo de sangre de una persona puede pertenecer al grupo O-positivo o al AB-negativo. Como precaución adicional, antes de empezar la transfusión, un técnico mezcla una gota de la sangre del donante con sangre del receptor para asegurarse de que son compatibles; este procedimiento se denomina test de compatibilidad.

 
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