Un Fidel curioso, deportista – basquetbolista, beisbolista – que refrendaría a través de un apoyo sostenido de su gobierno al deporte cubano convirtiéndolo en el referente latinoamericano en materia de panamericanos y competencias olímpicas. Una potencia global que elevó muy en alto el nombre de Cuba en el concierto internacional– Unido a ese hábito por el deporte, encontramos un hombre ávido de estudiar, leer y formarse. Un joven, que al ingresar a la Universidad de La Habana vería explosionar su interés por las causas sociales, acrecentadas al convertirse en dirigente de la combativa Federación de Estudiantes Universitarios – FEU – donde llegó a ocupar cargos dirigenciales, a la par de examinar en forma libre las tres carreras que matriculó: Derecho, Derecho Diplomático y Ciencias Sociales.
Su vocación internacionalista se hizo patente, cuando el año 1947, con apenas 21 años de edad participó activamente en los intentos de derrocar al Dictador Dominicano Rafael Trujillo, incluso formando parte del desembarco por Cayo Confites, que al ser interceptado por las fuerzas del dictador acabó en su disolución y el escape de Fidel a nado, aprovechando su condición física privilegiada. El año 1948, Fidel Castro, como delegado de la FEU asistió a Colombia a la IX Conferencia Interamericana – que creará la actual organización de Estados Americanos OEA – en el marco de revueltas sociales, que acabarían con la muerte del candidato a Presidente Jorge Eliecer Gaitán, durante la rebelión conocida como el Bogotazo.
De vuelta en Cuba, la constatación que sólo la lucha activa y resuelta de la sociedad cubana podría derrotar a la dictadura del sargento devenido golpista Fulgencio Batista – herramienta del gobierno estadounidense en la isla – Fidel Castro Ruz, junto a un grupo de 160 revolucionarios concretó lo que se denomina en la historia como El Asalto al Cuartel Moncada, llevado a cabo un 26 de Julio del año 1953. Operación que terminó con la detención, tortura y muerte de gran parte de los combatientes en actos que merecieron la repulsa de la sociedad cubana, logrando que no se ejecutara extrajudicialmente a Fidel y terminara en prisión junto a algunos de sus compañeros.
Juzgado por el poder judicial de la Dictadura de Batista, Fidel realizará su propia defensa legal, en un alegato final conocido como “La Historia Me Absolverá” donde deja al desnudo las contradicciones del régimen y las desigualdades que explican y atienden la necesidad de alzarse contra la tiranía. Un discurso donde esboza los principales problemas de Cuba en ese momento y la necesidad de resolverlos: El problema de la tierra, la industrialización, la vivienda, el desempleo, el problema de la educación y el de la salud. Un manifiesto que mostró la visión estratégica de un dirigente como pocos en ese momento, no sólo en Cuba sino que en Latinoamérica. “En cuanto a mí, señaló Fidel en su alocución, sé que la cárcel será dura como no la ha sido nunca para nadie, preñada de amenazas, de ruin y cobarde ensañamiento, pero no la temo, como no temo la furia del tirano miserable que arrancó la vida a setenta hermanos míos. Condenadme, no importa, La historia me absolverá”
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