El origen del intercambio de regalos se remonta a la antigua Roma, donde antes de que se celebrara la Navidad se llevaba a cabo la fiesta de Saturnalia, entre el 17 y el 24 de diciembre. Durante esos días se honraba a Saturno, dios del grano, y a la agricultura, con grandes banquetes e intercambio de regalos. Se dice que la tradición de entregar un regalo a las personas queridas en Navidad tiene su origen en esta fiesta romana, aunque algunos relacionan los regalos con los obsequios (oro, incienso y mirra) que los Reyes Magos trajeron desde sus lejanas tierras al Niño Jesús.
Evolución de los regalos
En todo el mundo las sociedades fueron adoptando la tradición de obsequiar algo no solo a los niños sino también a los familiares y amigos. Ha sido también muy común colgar medias llenas de golosinas para disfrutarlas en la Nochebuena, mientras se entregan y reciben los obsequios. Se cree que la mayoría de los países practicaba esta tradición ya en el siglo X. Claro que en aquella época los regalos consistían en juguetes hechos en casa, alimentos preparados para los diversos miembros de la familia y para los amigos. Algunos frutos especiales, como las naranjas, eran regalos comunes, pero la revolución industrial logró que se dé el gran cambio y en lugar de regalos hechos en casa, las familias empezaron a adquirir artículos manufacturados.
Los regalos son un importante símbolo de la Navidad. Si bien hay quienes piensan que el sentido cristiano de estas fiestas se está perdiendo por el exceso de comercialización que se ofrece a través de muchos medios, lo importante es que gracias a este intercambio de obsequios podemos experimentar algo maravilloso: «Hay más alegría en dar que en recibir». No solo volvemos a ser niños sino que aprendemos a compartir y esto nos humaniza.