Mantenimiento preventivo de refrigeradores y como cuidar de forma efectiva tu electrodoméstico

 

Tu refrigerador, ese fiel compañero en la cocina, trabaja incansablemente día y noche para mantener tus alimentos frescos y seguros. A menudo damos por sentada su labor, hasta que, de repente, deja de funcionar correctamente. Para evitar sorpresas desagradables y prolongar la vida útil de este electrodoméstico esencial, el mantenimiento preventivo es clave. No se trata de tareas complicadas ni de conocimientos técnicos avanzados, sino de adoptar hábitos sencillos y regulares que marcarán una gran diferencia. Piensa en ello como una inversión a largo plazo, no solo para tu bolsillo, sino también para la tranquilidad de tu hogar.

 

La limpieza regular es, sin duda, la piedra angular del mantenimiento preventivo antes de tener que recurrir a un refrigerator near me. No solo hablamos de limpiar derrames ocasionales, sino de una limpieza profunda y periódica. Lo ideal es hacerlo cada tres meses, o incluso con mayor frecuencia si notas olores persistentes o acumulación de residuos. Antes de comenzar, desconecta el refrigerador de la corriente eléctrica para evitar accidentes y ahorrar energía. Vacía completamente el interior, retirando todos los alimentos, estantes y cajones. Este es un buen momento para revisar las fechas de caducidad y desechar aquellos productos que ya no estén en buen estado.

 

Una vez vacío, prepara una solución de limpieza suave. Evita productos químicos agresivos, como lejía o amoníaco, que pueden dañar las superficies interiores y dejar olores residuales. Una mezcla de agua tibia con bicarbonato de sodio es una opción excelente y segura. El bicarbonato no solo limpia, sino que también absorbe olores. Si prefieres, puedes usar un jabón neutro para platos diluido en agua. Con una esponja o paño suave, limpia a fondo todas las superficies interiores: paredes, estantes, cajones y la parte interior de la puerta. Presta especial atención a las esquinas y ranuras, donde suelen acumularse restos de comida y suciedad.

 

Los estantes y cajones extraíbles facilitan enormemente la limpieza. Lávalos por separado con la misma solución de limpieza, acláralos bien y sécalos completamente antes de volver a colocarlos en el refrigerador. No olvides limpiar las juntas de goma de la puerta, esas bandas que aseguran el sellado hermético. Con el tiempo, las juntas pueden acumular migas, polvo y moho, lo que afecta su capacidad de sellado y, por ende, la eficiencia energética del refrigerador. Utiliza un cepillo de dientes viejo o un hisopo de algodón humedecido en la solución de limpieza para llegar a todos los rincones.

 

Una vez que el interior esté impecable, es hora de ocuparse del exterior. La limpieza exterior no solo es una cuestión estética, sino que también contribuye al buen funcionamiento del aparato. La parte trasera del refrigerador, donde se encuentra el condensador, suele acumular polvo y pelusa. Esta acumulación dificulta la disipación del calor, lo que obliga al motor a trabajar más y, en consecuencia, aumenta el consumo de energía y el riesgo de averías. Desconecta nuevamente el refrigerador y, con la ayuda de una aspiradora con un accesorio de cepillo suave, retira cuidadosamente el polvo y la suciedad del condensador. Si no te sientes cómodo haciéndolo tú mismo, puedes solicitar este servicio a un técnico.

 

La ubicación del refrigerador también influye en su rendimiento. Evita colocarlo cerca de fuentes de calor, como hornos, estufas o radiadores, ya que esto obligará al motor a trabajar más para mantener la temperatura interior. Asimismo, asegúrate de que haya suficiente espacio alrededor del refrigerador para permitir una adecuada ventilación. Consulta el manual del fabricante para conocer las recomendaciones específicas de espacio libre. Una ventilación deficiente puede provocar sobrecalentamiento y reducir la vida útil del electrodoméstico.

 

Otro aspecto fundamental del mantenimiento preventivo es la gestión adecuada de la temperatura. Ajusta el termostato a la temperatura recomendada por el fabricante, generalmente entre 2 y 5 grados Celsius para el compartimento de refrigeración y alrededor de -18 grados Celsius para el congelador. Un termómetro de refrigerador te ayudará a verificar que la temperatura sea la correcta. Evita sobrecargar el refrigerador, ya que esto dificulta la circulación del aire frío y puede provocar que algunas zonas no se enfríen adecuadamente. Distribuye los alimentos de manera uniforme, dejando espacio entre ellos.

 

Si tu refrigerador tiene un dispensador de agua o hielo, recuerda limpiar y desinfectar regularmente estos componentes. Consulta el manual del fabricante para obtener instrucciones específicas, ya que el procedimiento puede variar según el modelo. Generalmente, implica vaciar y limpiar el depósito de agua, así como limpiar los conductos y boquillas con una solución desinfectante adecuada para uso alimentario.

 

En el caso de los refrigeradores con función «no frost» (sin escarcha), no es necesario descongelarlos manualmente, ya que el sistema se encarga de evitar la formación de hielo. Sin embargo, si tienes un refrigerador que requiere descongelación manual, es importante hacerlo periódicamente, antes de que la capa de hielo alcance un grosor considerable (aproximadamente medio centímetro). El exceso de hielo actúa como aislante, reduciendo la eficiencia del refrigerador y aumentando el consumo de energía.

 

Para descongelar, desconecta el refrigerador, vacíalo completamente y coloca toallas o recipientes para recoger el agua que se derrita. Nunca utilices objetos punzantes, como cuchillos o picahielos, para acelerar el proceso, ya que podrías dañar las paredes interiores o los conductos del refrigerador. Deja que el hielo se derrita de forma natural, o si tienes prisa, puedes colocar un recipiente con agua caliente dentro del congelador para acelerar el proceso. Una vez descongelado, limpia y seca completamente el interior antes de volver a conectar el refrigerador.

 

Además de estas tareas de mantenimiento regulares, hay algunos hábitos que puedes adoptar para cuidar tu refrigerador en el día a día. No introduzcas alimentos calientes directamente en el refrigerador, ya que esto eleva la temperatura interior y obliga al motor a trabajar más. Deja que los alimentos se enfríen a temperatura ambiente antes de guardarlos. Cierra la puerta del refrigerador lo más rápido posible y evita mantenerla abierta durante períodos prolongados. Cada vez que abres la puerta, el aire frío se escapa y el aire caliente entra, lo que aumenta el consumo de energía y puede afectar la conservación de los alimentos.

 

Revisa periódicamente las juntas de la puerta para asegurarte de que estén en buen estado y sellen correctamente. Una prueba sencilla es colocar una hoja de papel entre la puerta y el marco del refrigerador y cerrarla. Si puedes retirar el papel fácilmente, significa que las juntas no están sellando adecuadamente y es necesario reemplazarlas. Unas juntas defectuosas permiten la entrada de aire caliente y la fuga de aire frío, lo que reduce la eficiencia energética del refrigerador.

 

Si vas a ausentarte de casa por un período prolongado, como durante las vacaciones, es recomendable vaciar el refrigerador, limpiarlo a fondo y dejarlo desconectado. Si tienes un refrigerador con función «vacaciones», puedes activarla para mantener una temperatura mínima y evitar la formación de olores y moho.

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