Las amenazas que se han abatido sobre la Tierra a partir del calentamiento global, de la pérdida de biodiversidad y del hecho perverso del foso que no termina de agrandarse entre ricos y pobres han hecho del planeta Tierra el gran objeto de la solicitud y el amor humanos.
Por primera vez en la historia, el final de la especie humana, y tal vez de una gran parte de la biosfera, no será una intervención divina, sino consecuencia de la acción irresponsable de los seres humanos.
Tal como está, el mundo no puede continuar. Tenemos que cambiar nuestras mentes, nuestros corazones, nuestro modo de producción y de consumo, si queremos tener un futuro de esperanza. La solución de la Tierra no cae del cielo, sino que resulta de una coalición de fuerzas en torno a unos valores éticos, unos fines humanísticos y un nuevo sentido de ser.
El informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) que involucró a 2500 científicos de 130 países, reveló dos datos aterradores. Primero, que el calentamiento planetario es irreversible y que ya estamos dentro de él; la Tierra está buscando un nuevo equilibrio. Segundo, que el calentamiento es un fenómeno natural, pero que se aceleró enormemente después de la revolución industrial debido a las actividades humanas, hasta el punto de que la Tierra ya no consigue autorregularse.
Según James Lovelock, en La venganza de Gaia (2007), anualmente se lanzan a la atmósfera cerca de 27 mil millones de toneladas de dióxido de carbono, que, condensadas, equivaldrían a una montaña de un kilómetro y medio de altura con una base de 19 kilómetros de extensión. Es la causa del efecto invernadero que, según el Grupo, puede elevar todavía la temperatura planetaria en este siglo entre 1,8 y 6,4 grados centígrados. Con las medidas que tal vez se lleguen a tomar, es posible que el aumento se quede en 3 grados, pero no menos de eso. Las consecuencias serán incontrolables: los océanos subirán de 18 a 59 cm., inundando ciudades costeras, como Rio de Janeiro; habrá una devastación fantástica de la biodiversidad y millones de personas correrán peligro de desaparecer.
A las tres famosas erres (reducir, reutilizar y reciclar) hay que añadir una cuarta: rearborizar todo el planeta, ya que son las plantas quienes capturan el dióxido de carbono y reducen considerablemente el calentamiento global. Esta cuarta erre es fundamental para la conservación de la Amazonia. Sus selvas húmedas son las grandes reguladoras del clima terrestre. El desafío es cómo combinar el desarrollo con el mantenimiento de la selva en pie. No podemos deforestar al nivel en que lo estábamos haciendo.
El propósito de este libro es ayudar a transformar la posible tragedia en una crisis que nos purifique a todos y pueda hacernos más sensibles a la vida, más compasivos con los seres que sufren y más espirituales, más abiertos al misterio del universo y de Dios.