Pudo ser un día cualquiera en la vida de una poeta,
si tan sólo él no hubiera esbozado esa sonrisa.
Como él nacimiento de una estrella con su luz viajando a su velocidad,
atravesando el espacio entre su boca y mis sentidos.
El tiempo caminaba cansado,
la gente de los alrededores desaparecía,
y mientras su sonrisa se mantuviera a mi alcance,
el trance podría haber sido eterno.
Era un reloj de arena gigante con millones de segundos
que ordenadamente duraron cinco minutos de su tiempo a mi lado.
Se formaban galaxias con su nombre
Agujeros negros en sus ojos que desaparecían todo
Labios que mostraban las puertas al cielo.
Que podía hacer yo si nadie me avisó que él vendría,
si no fue más que una casualidad del tiempo que juega al azar con los corazones que no se pertenecen..
Elizabeth Mendoza ❤
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