Cocinar no es una ciencia, es un arte, una acción, es amar a las personas a quienes les vamos a brindar lo que se prepara. Es dejarse envolver en un velo de misterio, una meditación en acción, desplazar la mente hacia el infinito.
Cocinar es sensual y hasta erótico al disfrutar cada cosa, detalle o circunstancia que se presente, donde se vislumbra una mezcla de los cinco sentidos: ver los brillantes colores de las maravillosas salsas, percibir delicados aromas que entremezclados forman un deleite recordando aquellas épocas ya vividas, tocar las diferentes texturas, que van desde lo crujiente de una fresca manzana, de una jugosa zanahoria, hasta la suavidad de una dorada crema pastelera, escuchar el murmullo que produce la ebullición de sustanciosos fondos, degustar exóticos sabores que hacen que el paladar vibre en éxtasis.
Cuando cocino, lo hago con infinito amor, pido ayuda al Arcángel Chamuel para que agilite mi labor y permita que los platos que esté preparando resulten exquisitos, deliciosos y mi familia, mis amigos, las personas que amo los disfruten…
De la cocina de Lulú
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