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septiembre 20, 2010

El retrato de Malena Clon

 Me miró.

Estoy segura que no  me  reconoce.  Después de tanto, luzco de  escasos veinte  años…

 A breves minutos de haber descendido del avión,  tal como lo concebí, clavó sus intensos ojos color ladrillo en todo mi ser.  Sentí estremecer; pero tomando aplomo,  caminé directo hacia él.  La misión era cumplir con mi objetivo y sólo tenía un día para hacerlo.

Bastó simular que  tropecé,  para el siguiente instante estar sostenida en sus firmes brazos.

 

-¿La conozco?

-Creo que no, le dije.

-¿Se siente bien?

-Creo que no, le volví a decir.

 

Fue suficiente.


Fuimos a una cafetería y conversamos como “viejos amigos”.   Pude darme cuenta que me observaba, se diría con curiosidad.  Me preguntó si mi madre se llamaba Malena, si creía en la reencarnación,  que pensaba que en otra vida habíamos sido amigos…

Si. Igual como hace 30 años, con una facilidad asombrosa, había logrado acercarme y comprobar que seguía siendo igual, sus plateadas canas lo hacían lucir  interesante, pero era el  lechuguino de siempre, solo que esta vez no me reconocería…

-Es curioso, pero me recuerdas  a alguien que conocí hace muchos años, solo que ella debe tener  más del  doble de tu edad, dijo.

 -Seré su clon, le contesté un poco nerviosa.

– Siento que este momento ya lo hemos vivido, añadió.

-Siento lo mismo, repuse  aparentando naturalidad.

Me ofrecí para mostrarle la ciudad y al poco rato estábamos recorriéndola.  Dijo algo que yo, ya sabía:

– Hace 30 años estuve aquí y conocí a alguien muy especial.

Se tornó silencioso.

Me acerqué a su pecho y como si ese fuera mi lugar, me acurruqué en sus brazos.  Qué maravilloso hubiese sido permanecer ahí por  la eternidad.

Por la noche fuimos a cenar.   Era el mismo lugar… Como si el tiempo se hubiese detenido.

Sus ojos tenían fuego puro.  El ambiente se prestaba para lo que sentía.

Las burbujas de muchas copas de  Dom Pérignon hicieron su papel y yo hice el mío…

Reviví con intensidad cada uno de los instantes del ayer y antes de que se acabe mi “prórroga”, me deslice de sus brazos con suavidad.

Afuera ya amanecía.  Le escribí una nota al  partir:

Te espero después de 30 años…

Te amo por siempre

Malena.

tomado del libr Más allá de los  sueños de Luz gabriela Rodríguez

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