enero 8, 2010

AVATAR

Fui al cine a ver la película AVATAR de James Cameron.

Fueron casi tres horas de completa acción, donde de manera absorta, disfruté del grado de perfección de  la tecnología informática, de los sonidos utilizados  y del 3D.

Mis ojos trataron de no perder ningún detalle de Pandora, tierra de los Navi, un pueblo que aún creía en los dioses y en el poder del amor, en los milagros y en la armonía con la naturaleza; dueños de una cultura propia y de un lenguaje diferente, del árbol mágico de las almas y de la importancia que tienen los bosques para el equilibrio del planeta.

Sin lugar a dudas, lo que llamó mi atención fue el enlace que tienen con la naturaleza y los animales. Una compenetración en la cual, sin usar lenguaje alguno, a través del extremo final de sus colas, crean un vínculo que los hace sentir, vibrar y unirse en la misma coordenada, lo cual es vital para su existencia.

Todo es diferente en Pandora, desde el amor de Nevtiri y Jake, las cascadas gigantes que convergen formando increíbles saltos de agua, las brillantes aves Ikras, la singular vegetación, el colorido bosque, los peñascos  Hallelujah o islas flotantes que recuerdan a Miyazaki, unidos solo por gigantescas lianas; donde cada cosa que la compone posee luz propia y movimientos, fundiéndose con bellos parajes naturales digitalizados y manteniendo un equilibrio de energías, donde también trasciende lo religioso.   

Considero que más que una simple historia y de ser un éxito cinematográfico, donde cada detalle ha sido bien cuidado, mucha maestría en los efectos visuales y en el diseño de producción, ha sido creado un mundo de fantasía, donde hábilmente se nos introduce en la trama; me atrevo a mirarlo desde la perspectiva de un mensaje que equivale a un alegato ecologista para que no sigamos destruyendo nuestro planeta y busquemos en los bosques el equilibrio de la humanidad.

Creo que es una historia fuera de serie que vale la pena ir a verla.

 

Luz Gabriela Rodríguez