enero 19, 2010

GIGANTESCO PINO – EL ÁRBOL DE LAS ALMAS

Imponente, llamativo, poderoso, único. Mecías tu copa con suavidad al compás del viento.

Aferrado a la Madre Tierra, extendiendo tus múltiples y fuertes brazos, ibas apoderándote de un territorio subterráneo que marcaste y proclamaste tuyo.

Me declaro culpable. Desde el inicio, cuando debí escoger un bello paraje donde coexistirías por siempre junto a otros de tu especie, te obligue a vivir en solitario.

Más de veinte años en los cuales deje que crecieras con libertad, para que puedas contemplar un firmamento más impio,  ser nuestro amigo, cobijarnos con altivez, refugiar en tus ramas los más ínfimos secretos de nuestras vidas, sin prever que nuestra casa sufriría las consecuencias…

Había que tomar la decisión postergada con cobardía. Qué difícil conocer que no podíamos salvarte y más aún, renunciar a ti.

Sólo Dios sabe el dolor que sentí al rescindir de tu ayuda y permitir el exterminio.

Bastaron cinco hombres, conos para impedir el paso vehicular, una canasta aérea, dos sierras eléctricas y muchas lágrimas y sentimientos confusos de nosotros, tu única familia.

Con la arrogancia de un valiente y erguido caballero; guardando una aparente obediencia, no mostraste resistencia alguna. En silencio permitiste que te vayan desmembrando y cuál gigante herido de muerte, entre ríos de lágrimas de savia pura, sucumbiste.

Eras nuestro árbol de las almas.  El avatar.   Hermoso pino.

Luz Gabriela Rodríguez

Enero 13 del 2010