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julio 25, 2009
Hace poco escuché a una señora que decía que ella conversaba con nuestro Padre Celestial, como si estuviera dialogando con su mejor amigo. Y yo, reafirmo su expresión.
El mundo está colmado de personas carentes de amor filial y de humildad de corazón, que van por la vida mostrando debilidad e inseguridad, dejándose guiar por pensamientos negativos que los destruyen a sí mismo y a su entorno.
Esta inseguridad es un sentimiento de minusvalía que produce inestabilidad. El inseguro ve fantasmas a su alrededor y se siente infinitamente desvalido ante cualquier individuo que podría, según sus devaneos, superarlo. Regularmente, son personas insípidas y déspotas. No tienen sus principios delimitados, permiten que las circunstancias los definan y van cambiando su forma de pensar y sus objetivos, como quien cambia de vestuario.
Esto, ocasiona problemas en la vida personal y en su entorno, ya que sentir inseguridad es como andar en un barco a la deriva en el mar del infortunio, conducido por la duda y la indecisión.
Pienso que conversar con Dios es un buen consejo, tomarlo como el amigo que nunca falla es la única manera de confiar, sentir seguridad y paz interior.
Dios, a través de su hijo Jesús desea tener esta relación personal contigo:
Él dice: «He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo» Apocalipsis 3.20
Por eso, hoy reafirmo el diálogo escuchado y te invito a orar y a ponerte en sus manos. Estoy segura que poco a poco lograrás fortalecer tus debilidades y conseguir el equilibrio de tu vida, pidiendo a Dios infinita sabiduría para sentir la seguridad anhelada y lograr pensar, confiar, actuar y vivir como todas las personas estables que viven en su gracia.
Luz Gabriela Rodríguez – Escritora Ecuatoriana.
julio 22, 2009
La fuerza de fe permite admitir la presencia de estos prodigiosos seres, que en un etéreo fulgor y en una frecuencia oscilante más sutil que la nuestra, exponen una imagen auditiva.
A nivel energético nuestros pensamientos, deseos, propósitos, sentimientos, palabras y acciones provienen del amor, por lo que es necesaria la armonía entre la fe y la razón; que revela la presencia de Dios.
Es normal que se adviertan en nuestros sueños como imágenes protectoras para darnos un consejo o hacernos felices con su sola presencia. A veces los vemos como ángeles en la imagen de seres perfectos y de belleza pura, otras ocasiones están dispuestos a mostrarse de muchas maneras y con distintas apariencias tal es así que pueden transitar en la tierra en forma de animales o personas.
Es frecuente en horas de vigilia percibir un susurro en nuestro interior que revela el contacto celestial. Se puede manifestar como un fulgor, un suave perfume, una caricia, un leve roce de piel o escuchar sonidos sutiles como sonajas, sentir sensación de paz, escalofrío, cosquilleo en la nuca, en los brazos y hasta un ligero aumento de la temperatura o que algún desconocido resulte extrañamente familiar.
Los ángeles nos inspiran en la música y en las actividades artísticas. Son psicólogos, nos ayudan a descubrir nuestras respectivas trabas y bloqueos, son médicos porque nos develan el origen de nuestras enfermedades, son buenos asesores, pues nos ayudan a modificar nuestro presente para elegir los más luminosos futuros, ya que poseen ilimitados poderes milagrosos, a través de los cuales nos ayudan a restablecernos, servir, reanimar, amar y ser amado, entrar a un mundo de luz, energía y belleza y vivir en medio de la protección celestial que tanto se anhela.
Nos afirman en nuestra espiritualidad, a conocer la parte interior de nuestra alma, nuestra parte divina, puesto que somos hijos de Dios y podemos comunicarnos con la pureza directa. Esto crea una acción positiva en cuerpo y alma que permite cambios trascendentales, profundos y permanentes. La mente se vuelve receptiva a los milagros y este cambio de conciencia predispone un ambiente propicio para que se manifiesten, y nos permitan vivir una vida colmada de sus intercepciones y milagros.
Los ángeles son mágicos y, desde el momento que se los acepta, nuestra vida también será mágica, ya que ubican en nuestro camino aquello que precisamos. Cuidan de nosotros, nos protegen y aportan a nuestra vida humor y alegría, están listos a darnos lo que confesamos con la boca. Son luchadores del amor, la armonía y libertad. Su energía llega a nosotros con gran capacidad de amar nuestro entorno, el mundo, el cielo, la tierra, los árboles y el energizante mar. Nos ayudan a sentir la felicidad en el aire que respiramos y nos dan la ocasión de evolucionar nuestro entorno.
(Tomado del libro Entre Él y nosotros están ellos – Luz Gabriela Rodríguez)
julio 14, 2009
Cuando de bienvenida se trata, el sol radiante ilumina el entorno, la familia se reúne feliz, los abrazos se cruzan y refulgentes de dicha departimos los mejores preceptos de alabanza y buena nueva para aquellos que han venido desde lejanas tierras a compartir añoradas vacaciones o estadías momentáneas.
Entre goces y emociones, festejos y banquetes típicos o gourmet, los días pasan raudos hasta que el tiempo inexorable que jamás se detiene, marca el fin de tanta complacencia señalando que las vacaciones han terminado y tendrán que volver por los mismos senderos que llegaron.
La tristeza marca su clásica melodía de despedida y mientras nuestros húmedos ojos disimulan, la loca de nuestras cabezas piensa en lo triste que es verlos partir, creando un profundo vacio, que produce desánimo y melancolía durante algunos días. La tarde se torna gris, es un invierno de vida. La esperanza es que en un abrir y cerrar de ojos, volverá lo normal de la vida cotidiana para todos, mientras el almanaque continua en su incesante trayectoria, marcando la ilusión de nuevos y prontos reencuentros, apoyados por la tecnología actual, internet, video-conferencias y otros.
Es aliciente saber que mientras más lejos estén físicamente nuestros queridos familiares, más cerca de nuestros corazones permanecerán, porque al igual que nosotros, ellos tratarán de rodearse de recuerdos y detalles que les haga pensar en sus raíces, en sus familias, en un evocado retorno.
Feliz viaje y vuelvan pronto.-
julio 3, 2009
Anoche mi pareja y yo, asistimos a un Taller de Oración que dictó el padre Ignacio Larrañaga, quien con sus sabias enseñanzas nos condujo por una serie de conceptos, consejos y ejemplos que estoy segura y así quiero creerlo, tocaron tierra fértil y a muchos de los ahí presentes les renacieron esperanzas de avanzar junto a su pareja, por mejores senderos de vida.
Recordé mi infancia y a mi abuelita diciendo que cuando en la naturaleza va a sobrevenir una catástrofe, la erupción de un volcán, un maremoto o un terremoto, todo se torna apacible y silencioso, como un presagio de lo que va a sobrevenir.
De acuerdo al Padre Larrañaga, cuando en la pareja se avizoran problemas, lo conveniente es meditar y esperar. Y cuando llegue el tiempo de la tempestad, hay que guardar silencio y revestirse de paciencia.
En tiempo de tempestad, silencio y paciencia
Vivimos en una época en la cual, en nombre del amor se dan muchas uniones espontáneas y temporales que no guardan ningún compromiso formal y que muchas veces son pompitas de jabón, que desaparecen en un suspiro.
Sea cualquiera que sea su forma o característica, toda convivencia está sujeta a la decadencia. Y cuando eso que se llama amor se desgasta, la relación agoniza.
¿Por qué suceden estas cosas?
Es simple. Esto sucede por la forma como se vive en la actualidad. Todo es superficial y lleno de egoísmo. La gente vive amores desechables pues les resulta más fácil terminar y volver a empezar. Naturalmente eso no puede llamarse amor.
Todas las personas poseemos rasgos negativos que en realidad son reflejo de nuestras propias inseguridades que afloran revestidas de agresividad, de celos, de desconfianzas, y temores. Si a esto le sumamos la falta de amor, obtenemos como resultado el por qué en los corazones no hay cabida para el perdón.
A su vez esta falta de perdón se transforma en ira y en rencor, lo cual marca una distancia que se acentúa hasta llegar a una inminente ruptura.
Para que una relación funcione, la pareja tiene que poner mucho de su parte para compenetrarse y lograrlo. Esa adaptación si es puro amor. Aquí no hay renunciación.
Que no se oponga el sol bajo vuestra ira
Ante la falta de amor, la convivencia se torna conflictiva, y ante la ausencia del perdón, el rencor, el enojo, el egoísmo y la ira hacen su triunfal aparición. Lógico es que en este punto, desaparece la armonía.
Lamentablemente, el amor en la pareja suele atravesar largos y fríos inviernos en los cuales la pareja se mantienen juntos, pero cada cual en su propio universo, mientras el uno habita en Centurión, el otro está en el Universo, por así decirlo. Aquí, cualquier fricción, roce o malentendido envenenan la intimidad, al punto de llegar a tomar resoluciones ciegas con carácter de acero que más tarde son lamentables.
Comunicación
La falta de comunicación, hace que la verdad se vea como mentira, interpretando las cosas de manera errónea. No especular ni crear falsas imágenes antes de haber hablado.
Hablar. Si esa es la clave, comunicarse en la misma sintonía. Conversar y ser partícipes de alegrías, esperanzas y sueños. Ver que las cosas son tal como son y mantener un respetuoso concepto de reconocimiento de la dignidad de la pareja. Con esto se logra que la confianza vaya creciendo y el amor se vaya afianzando.
Con la ayuda de Dios, todo tiene solución
El padre Larrañaga, con mucha sabiduría recomienda que al amor hay que cultivarlo todos los días como si fuera una pequeña plantita, cuidarlo a base de pequeños detalles que lo alimenten y le permitan sobrevivir para evitar que el egoísmo lo destruya. Y sobre todo en tiempo de tempestad, silencio y paciencia.
Pero hay algo más sobre esto, y es Dios.
Ningún consejero, ni terapista, ni sicólogo iguala la eficacia de nuestro querido Padre Celestial, quien a través de su hijo Jesús, pone el perdón en aquellos corazones violentos, llenos de rencor, de ira y de egoísmo, dando paso a un corazón lleno de amor, de ternura, de esperanzas y confianza en su pareja.
Dios permita, que gracias a las sabias enseñanzas del Padre Larrañaga, muchas parejas logren estabilizar sus sentimientos y con amor, buena predisposición, aprendamos a convivir día a día en armonía.
julio 2, 2009
DIOS ME QUIERE
Cuando era pequeño a menudo lloraba y mi lamento era que nadie me quería. Solía apartarme de todos y llorar desconsoladamente y mi madre muy preocupada, se acercaba y me decía que no llore, que todos me querían mucho, que saque esa idea negativa de mi cabeza.
Cierto día, que aún recuerdo claramente, lleno de tristeza comencé a llorar. De pronto, sentí que alguien tocó mi hombro. Al voltearme, vi un niño resplandeciente que me dijo: Ángel, Dios te quiere, mientras con su dedo índice, señalaba el cielo.
Ángel Aguirre
Tomado del libro Entre Él y nosotros están ellos, II Edición – Luz Gabriela Rodríguez