junio 24, 2010

F E S T Í N

Estaban inmovilizados.

Eran prisioneros y los trajeron en contra de su voluntad.  Con las manos y el cuerpo lleno de lodo se los veía repulsivos de tanta suciedad.

Cerca al fuego la algarabía era única. Ahí todos reían.

Parecían alistarse al inicio de un ritual.

El más osado tomó un cuchillo y se les acercó. Sin titubear se lo clavó a uno de ellos.

Fue certero.

Uno a uno fueron  sucumbiendo. Era una masacre mientras el fuego abrazaba con sus lengüetas huidizas una gigantesca vasija aderezada con polvos y menjurjes donde los iban sumergiendo.

Mientras tanto el bullicio iba en aumento.  No podía ser de otra forma puesto que bebían  un líquido amarillo y espumoso que los excitaba.

Cuando llegó el momento, la alegría mostrada no tenía límite.

Los colocaron en la mitad. Los rodearon y cruelmente les arrancaron sus manos, para luego golpearles en las cabezas hasta desarmarlas y engullirlas.

El festín continuó.

Satisfechos, fueron aplacándose.

El lugar volvió a la calma.

En la mitad de la mesa, apilados, yacían los restos de los crustáceos…

Luz Gabriela Rodríguez

Tomado del libro Más allá de los sueños

EL TIEMPO PASA Y LA VIDA SE VA…

La vida es un viaje donde el tiempo pasa raudo aparentando ser imperceptible.

Nacemos, crecemos y vemos que los años pasan cual una vorágine que día tras día nos conduce hacia lo único cierto: el fin.

Vivimos lecciones de vida, aprendemos a fuerza de caídas y levantadas y avanzamos coleccionando recuerdos.   Evocaciones buenas y no tan buenas, dignas de acariciarlas en la mente o de sentir escalofríos al pensarlas.  Lo real es que todo lo que pasa, jamás vuelve y lo único cierto es que aquella luna que noche a noche nos alumbra es lo único igual.

El tiempo continúa su marcha, los años transcurren, las cosas van cambiando, nada termina, todo se transforma, nostálgicas evocaciones nos acompañan. En el amor un beso sigue siendo un beso, en el desamor, el odio sigue siendo odio, mientras tanto, cerramos los ojos y buscamos aquellos episodios de tiempos ya vividos,  ante un mundo que da vueltas y cada segundo es un instante diferente que llega a lo mismo.

En  los momentos en que nos sentimos felices el tiempo transcurre  aprisa, como si fuera asido a la cola de un cometa; en cambio, en los momentos de dolor y abatimiento, el tiempo parecería anclado, sostenido desde las profundidades del mar.

Somos marionetas de la vida y según pasan los años, aquí vamos, desenredando los hilos que nos sostienen, bailando al compás de lo que viene, sin determinar si nuestra estancia será corta o larga.  Y a pesar de tanta incertidumbre, el simple hecho de tener vida es ya una dádiva.

El tiempo pasa y se nos va la vida. Me va.

Luz Gabriela Rodríguez                                                                                                                                   Escritora ecuatoriana