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febrero 18, 2015

MENÚ CUARESMAL

Recetas al alcance de todos

 

1. TENER A LA MANO:

 
 

Abrelatas, para abrir el corazón endurecido.

Cuchillo bien afilado, para cortar vicios y malas costumbres.

Destapador, para destapar lo atorado en las relaciones familiares.

Colador, para pasar por alto las ofensas y purificar intenciones.

  

 

2. ABSTENERSE:

 
 

 

De comer prójimo (chismes, murmuraciones y calumnias).

Evitar condimentar el día con venganzas.

Evitar consumir altas dosis de egoísmo.

No tomar rencor, que pone de mal genio.

Evitar el consumo excesivo de picantes, para no enchilarse y decir malas palabras.

No tomar postres helados, que congelen el afecto.

Lavar bien el corazón, para que no se infecte de la cólera.

  

 

3. MENÚ RECOMENDADO:

 
 

Exquisita caridad para con el prójimo.

Caldo de atención a los desamparados y enfermos.

Ensalada de detalles de afecto para los suyos.

Tortillas abundantes para compartir con el hambriento.

Refresco de alegría para convidar a los tristes y desanimados.

Sopa de letras para escribir más seguido a familiares y amigos.

Puré de zanahoria para ver con buenos ojos a los demás.

Pan bendito para los afligidos, ya que «las penas con pan son menos».

  

 

De postre se recomienda:

 
 

Perita en dulce, para ser buena persona y caerle bien a todos.

Torrejas con miel para endulzar los defectos de los otros.

Yogur de guayaba para repetir… gestos de perdón.

Naranja dulce y limón partido «dame un abrazo que yo te pido».

(abrazar a los seres queridos, y darles besitos, de verdad, no de chocolate)

 

 
 
 

 

Y no olvides:

 

«Donde come uno, comen dos» y «échale siempre más agua a los fréjoles».

O sea: Comparte tu vida con los otros.

 
 

 

Finalmente, el Chef Celestial recomienda sobre todo el alimento espiritual:

«El que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene Vida Eterna»

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

diciembre 1, 2011

 

Diciembre, último mes del año

Comienza el último mes del año.  Faltan escasos días para que termine y aún tenemos  cosas pendientes que quizás no lograremos cumplir.  Un halo de nostalgia puede embargarnos y aún así, hagamos un alto y escuchemos el murmullo del corazón. Es hora de empezar a dar gracias a Dios por los días vividos, por cada mañana llena de sol y por cada mañana nublada, por tener la suficiente energía para cumplir con la diaria jornada laboral y por cada tarde en que agotados retornamos a casa con la satisfacción del deber cumplido, por cada una de las tenues noches en que regocijados en nuestros hogares retozamos junto a nuestras queridas familias.

Gracias Dios por las alegrías recibidas y también por las lágrimas y tristezas que nunca faltan y que hacen que el espíritu se fortifique, por los períodos de salud y también por aquellos días de enfermedad que nos hacen reconocer la fragilidad del ser…

Gracias Dios, por nuestros hijos, por nuestros nietos (pido por mis nietas), por la amistad, por nuestras amigas, nuestros amigos, por los que nos seguimos en las redes sociales, por quienes con su presencia dulcifican nuestra vida, por los que se alejaron sin saber por qué, por las personas que forma parte de cada historia y que aún estando lejos, están cerca de nuestra alma, por la gente que sonríe y que amable brinda un cálido saludo, por los que se preocupan por el bienestar de los demás y extienden sus manos, por todos y cada uno de los que están presente y también por los ausentes…

Gracias Dios por conservarnos vivos y unidos, gracias por tus santas bendiciones en nuestros hogares, gracias por guiar nuestros pasos. Vivamos intensamente este mes…

 

Luz Gabriela Rodríguez

http://www.blog.espol.edu.ec/lgrodrig/

octubre 26, 2011

Historia de burros

Ahora contaré una historia de burros.

 

Siempre he considerado que el derecho funciona en la justicia si se mantiene en esa dirección, sin mirar sesgos ni dobleces. Lo cierto es que cuando se trata de justicia hasta los animales tienen acceso a ella sin necesidad de aspavientos.

1976: Día domingo: Transitaba con Luis por Gómez Rendón y La 11ª. Cuando un tumulto casi nos impedía el paso debido a un  accidente en media calle. Se escucha vociferar a un individuo que, por su apariencia era de clase media alta, que junto a su cuatro por cuatro recriminaba a un humilde anciano que lloraba desconsolado por la muerte de Benito. Con el sentido de sabueso leguleyo, Luis se bajó de inmediato de nuestro Ford Explorer y se acercó presuroso para ver mejor la escena: el señor de alcurnia había atropellado al burro del viejo y, lejos de ayudarlo, lo increpaba con dureza. Luis dijo en voz alta que baje la voz, pues tenía que arreglárselas con él, que era abogado y representante legal de borrico muerto y del viejito que  iba en la carreta a quien todos llamaban “el colorado”…

Se armó el escándalo del siglo, el populacho pretendió linchar al que atropelló al burro, el abogado era la estrella del espectáculo, el viejo gemía al ver a su borrico muerto y yo, una simple espectadora o testigo de los hechos, no atinaba a hacer nada.  Los ánimos solo se calmaron cuando llegó la policía y se  llevó detenido al hombre agresor que dicho sea de paso destilaba  olor a ebrio consuetudinario, mientras el abogado del burro, digo del viejo,  sonreía pensando en los sendos escritos que al siguiente día empapelarían al abusivo contraventor.

Por supuesto que el colorado, mostrando sus encías desprovistas de dientes, sonreía con un fajito de billetes de cincuenta mil sucres a la mano en ese entonces, dispuesto a comprar dos burros jóvenes para su desvencijada carreta, mientras que el abogado complacido, luego de haber recibido el pago de las costas procesales, bajaba por las escalinatas de la Suprema Corte con la mano derecha metida en el bolsillo del pantalón, acariciando con sus dedos sus bien habidos honorarios.

Luz Gabriela Rodríguez

http://www.blog.espol.edu.ec/lgrodrig/

mayo 10, 2011

MI PRIMER CRUCERO

Desde la ventana del camarote contemplaba la llegada de la aurora mientras la nostalgia infinita me envolvía, el crucero de 7 noches había llegado a su fin… 

Pensar que hace pocos días, para ser más precisa la noche en que navegabamos desde Cartagena a Jamaica, al acostarme comencé a sentir mareo por el movimiento del mar; después de expeler los restos de una pequeña porción de rissoto de vieiras,  llorando en un afán desesperado balbucié:  qué hago aquí.

Contrario a esto, hoy, ante los primeros albores reflejados en un mar agitado, la tristeza se presenta. Hay que volver a la realidad como dijo Rico, el administrador del Grandeur of the Seas.

Salté de la cama para alistarme, después del desayuno debíamos estar listos para desembarcar…

 

…Seis meses atrás visitamos la oficina Royal Caribbean donde tienen una sola pregunta por qué no. Ahí, con la amabilidad de Patricia, una joven conocedora de cruceros, en poco tiempo tuvimos fecha, ruta escogida por el paradisiaco Caribe occidental, costos, seguros, propinas prepagadas y hasta nos asignaron el número de nuestra habitación: cubierta 3 camarote 3538.

Los libros y folletos que nos dieron prometían maravillas que se cumplieron, las fotos del barco que habría de llevarnos, los puntos importantes dentro del mismo, la ubicación del café Wind Jammer, restaurante Great Gatsby con la elegancia y el estilo de los años 20, las dos cenas formales, teatro, boutiques en el Centrum, atrio, cubiertas, piscinas, solarium cuyo techo se cierra cuando el tiempo amenaza, jacuzzi, spa, gimnasio, salón de belleza, casino, centro médico, etc., etc., etc, y un sinnúmero de indicaciones que, dicho sea de paso por falta de tiempo, no leí hasta que faltaban pocos días para realizar el viaje.

Quedaba pendiente planificar qué haríamos al desembarcar en cada puerto.  Ahí entró en acción la tecnología con el increíble internet que sirvió para hacer en línea el pre-chequeo o set – sail,  declarar la tarjeta de crédito que debía garantizar los gastos internos por compras que realizaramos, porque dicho sea de paso, en el barco el dinero no sirve, no lo utilizas nunca y eso si que es algo desestresante.  En esta misma vía contratamos las excursiones por las islas, viaje al fondo del mar en submarino, paseos por las playas, espectáculo de los delfines, cuidando siempre de que sean paseos de bajo riesgo, porque ya somos algo grandes.

Verificamos los documentos, requisitos y pasaportes, los que tenemos visa americana no requerimos visa panameña, pero los que no la tienen, deben acercarse al Consulado de Panamá a solicitarla con la debida anticipación. 

Los días pasaron raudos y llegó el momento en que la cuenta regresiva se comenzó a dar  y empezamos a armar nuestro equipaje para tan fabulosa aventura donde no podía faltar el bloqueador solar, las gorras, los trajes de baño, mucha ropa ligera de algodón y por supuesto los trajes para las cenas formales.

Llegamos a Panamá dos días antes, hicimos compras y con sendas maletas, el domingo al medio día nos dirigimos hacia Colón, puerto de embarque.  La hora en que el barco zarparía sería las 6:30 p.m., sin embargo en las indicaciones se recomendaba estar a la 1:00 p.m., para retirar las etiquetas de las maletas, colocarlas y entregarlas, chequearnos y recibir las llaves mágicas de nuestro crucero, las tarjetas de identificación, con la que podíamos hacer compras dentro del barco, ingresar al camarote, subir y bajar en cada puerto.

Comenzaron las fotos, dimos la mejor de nuestras sonrisas y emocionados procedimos a embarcar.  Leímos un letrero que decía que era prohibido llevar bebidas alcohólicas, nos preocupamos porque en nuestro equipaje había una botella de whiskie escocés que compramos para un obsequio.

Ya se pueden imaginar nuestros asombrados rostros, tamaño barco, impresionante, completo, desde ya podíamos hacer uso de las instalaciones. Caminamos familiarizándonos en lo que iba a ser nuestro  entorno en los siguientes días, luego observamos que todos avanzaban hasta el noveno piso y sorpresa, ahí estaba el restaurante buffet.  La variedad de comida era excelente, había para todo gusto, ensaladas, sopas, platos fríos, platos típicos, carnes, pollo, cerdo y los postres ni que hablar, merecen un punto y aparte. Gran variedad de dulces y pastas y por supuesto, una pequeña esquina con jugo de frutas y café, té o aguas aromáticas, la menta para ser precisa, aquella tisana que escaseaba rápido porque facilita el proceso digestivo después de ingerir tantas delicias.

Como niños que van a casa nueva y quieren conocer sus habitaciones,  fuimos a reconocer nuestro camarote.  Una gran ventana nos permitía ver las turquesas aguas de un mar en calma que te promete  una vista diferente cada día, una amplia cama, todo decorado con láminas amaderadas en un tono claro y cubre camas y paredes bajas en un tono verde oscuro relajante, lámparas, luces, closet, área de tocador con secador de pelo y por supuesto un no tan amplio aunque bien equipado baño, circuito cerrado de televisión, teléfono y por supuesto la caja de seguridad que nos permitió guardar nuestros valores, tarjetas y joyas.  Las sensaciones de alegría y bienestar se hicieron presentes, estoy segura que si nos median las endorfinas, estas estaban sobre el límite normal, gracias al oasis de calma y felicidad que nos envolvía.

Antes de zarpar, subimos a la cubierta 3 a realizar un simulacro obligatorio por cualquier emergencia en alta mar.  Las sirenas, la gente aglomerada, me trajo a la mente las escenas de la película Titanic y me tranquilice pensando que estábamos protegidos por el Arcángel San Miguel, además en esta época, la tecnología no permitiría que pase similar tragedia.

Al volver al camarote nuestras maletas ya habían llegado, pero faltaba una y en su lugar había una nota en la que decía que debíamos ir a determinado salón a verla.   Me preocupe pensando en la botella de licor y en que esto podría ser considerado como un desacato, pero me tranquilizaba pensando que nosotros no bebemos, simplemente fue adquirida para un obsequio.   Al llegar al lugar señalado, muchas personas estaban con sus maletas retenidas, cuando la botella estaba sellada como la nuestra expedían un recibo e indicaban que la noche anterior de desembarcarnos la devolverían al camarote, en cambio si estaban abiertas o envasadas en otros recipientes, simplemente las descartaban.  Cuando tocó nuestro turno, expliqué la presencia de la botella en el equipaje, la ingresaron en el sistema, la sellaron con un adhesivo y la retuvieron hasta que nuestra aventura concluya.

Esa noche fuimos a cenar y fue interesante ver como antes de llegar teníamos asignado el lugar, la mesa, el turno para la cena y hasta el camarero que nos atendería.  En sus inicios pretendí cambiar la hora porque cenar a las 7 p.m. era muy temprano, pero como cada situación tiene su pro y su contra, le vi el lado bueno a este horario, no nos acostaríamos a dormir después de la cena y tendríamos mucho tiempo por delante para las diversas programaciones que se realizarían cada noche. 

El menú era de primer orden y con las acertadas sugerencias de John Lee, joven filipino, camarero de nuestra mesa, cada noche cenábamos con un toque latino.  La mesa la compartimos con una pareja checa Georgia y Rudolf, grandes cruceristas, una pareja colombiana Nancy y su esposo, ella celebraba su cumpleaños y una joven panameña Lidis de Santamaría con su mamá.

Al salir de ahí, para dirigirnos al teatro Palladium debíamos pasar por el casino Royale, que no le pide ningún favor a los casinos de Las Vegas, donde varias noches probamos nuestra suerte pensando en el adagio de que la suerte es loca y a cualquiera le toca, pero a nosotros no nos tocó.  El primer espectáculo tipo Broadway nos esperaba…

El segundo día del crucero llegamos a  nuestro destino a las 10:30 a.m.   Sentía mucha curiosidad por conocer Cartagena, Colombia. Sabía que estaba llena de riquezas históricas y que fue declarada patrimonio nacional por la UNESCO, por lo que al desembarcar me aseguré de llevar mi cámara fotográfica.   En el puerto nos esperaba nuestra primera excursión, la cual se desarrolló interesante, aunque sentí que faltó mucho por ver y por describir.    Cuando llegamos a una parte de la fortaleza se nos permitió bajar, pero nos prohibieron llevar bolsos o dinero, porque nos iban a acosar vendedores que nos estafarían.   Mientras tomaba fotos al apuro y con temor, vi que vendían joyas de plata, acero y filigrana a precios pequeñísimos y que eran vendedores informales que trataban de mostrar su arte al turista.    Alcancé a escuchar por ahí que uno de ellos decía no les ofrezcas a esos turistas porque les aleccionan que no compren nada y los llevan a tiendas donde reciben comisiones…

Efectivamente después nos llevaron a un lugar de pequeñas tiendas típicas, donde nos indicaron que sólo podíamos comprar en la tienda No. 10, donde en realidad no encontramos nada interesante y ni siquiera similar a las artísticas joyas que vimos por la fortaleza.

Cuando fuimos a la plaza del parque de Bolívar, íbamos desprevenidos, dispuestos a tomarle fotos al monumento, cuando dirigí la mirada al lado izquierdo y llamó mi atención un carrito de madera que decía LA CARRETA LITERARIA, donde reposaban libros, libros y más libros de autores contemporáneos, modernos, grandes obras de autores conocidos y desconocidos. Conversé con el dueño de la carreta y de la idea, Martín Roberto Murillo Gómez, le dije que escribo y muy contento entablamos un rápido y ameno diálogo. Me contó que esto no era un programa de alcaldía, ni de gobierno alguno, ni un cuadro típico de una ciudad europea, sino de él mismo, que antes se ganaba la vida vendiendo agua y luego decidió aportar al desarrollo de su país fomentando la lectura.   Afanado, me improvisó una rápida entrevista con su celular, le obsequié uno de mis libros  y me tomó fotos junto a su increíble carreta literaria…

Para esto, el grupo de turistas en el que andaba había desaparecido por las pintorescas calles  aledañas, por lo que me tocó correr hasta alcanzarlos sosteniendo con una mano el sombrero que el viento amenazaba quitarme para jugar carambolas.

Esa noche, alrededor de las 9:30 p.m., mientras estábamos entretenidos en un espectáculo, sentí que zarpábamos.  Más tarde fuimos alrededor de la piscina a  entretenernos viendo como al ritmo de la música y al vaivén de las olas, la gente se divertía como si fuera el último día para hacerlo.

Esa noche fue terrible, el mar estaba picado, lenguaje marinero, cuando nos retiramos al camarote a descansar, sentí que estaba mareada y no pude evitar vomitar la cena en el lavabo del baño. Tuve que llamar al 1 800 emergencias del barco quienes rápidamente vinieron con una pequeña máquina hidrocleanne. En pocos minutos todo estaba perfecto como si no hubiese pasado absolutamente nada.  Un poco aliviada, conseguí dormir profundamente. Cuando desperté estaba desorientada, tuve que hacer un esfuerzo para saber que eran las 2:00 p.m. del día martes. Salimos en busca de comida, apenas probé algo de fruta porque mi estómago estaba tan resentido que el simple olor de la comida me producía arcadas.

En la piscina se desarrollaban varios juegos en los que trate de entretenerme en lo que quedaba de la tarde.    Ya por la noche fuimos a cenar, cuide un poco lo que elegía para servirme, aunque debo decir que todo era de primera categoría, fresco, bien preparado y exquisito.

Y continuamos navegando hasta la mañana del día miércoles en que a las 8:00 a.m. llegamos a Jamaica; estaba planificado desembarcar en Montego Bay, pero  nos notificaron que desembarcaríamos en Kingston , donde por primera vez llegaba un crucero, por lo que fuimos recibidos a cuerpo de reyes, con la banda del pueblo y las autoridades de la isla quienes nos entregaron obsequios, entre ellos unos ligeros  bolsos color azul para colgar en la espalda, eran tan prácticos que el 75% de los cruceristas lo llevaba consigo en cada uno de los puertos que desembarcamos.

Fue fascinante tomar el tours que recorría la isla, al subir al bus que nos trasladaría, lo hicimos por una puerta del lado izquierdo lo cual no es usual.  Así comenzamos a palpar la influencia inglesa que existe en la isla, a tal punto que todos hablan inglés, español y la lengua nativa. Las calles parecían ir al revés, los carros iban por la izquierda y venían por la derecha mientras  sus volantes estaban del lado derecho. Algo un poco confuso para nosotros aunque alguna vez lo vi en varias películas de Jame Bond.

Recorrimos muchos lugares especiales, hoteles espectaculares, ahí se hospedan los reyes de Inglaterra y artistas famosos que comparten lo cotidiano con los nativos.  Vimos la mansión del famoso Versage donde suele ir a pasar las navidades con su familia.  Desde el carro pudimos observar el gran centro comercial Rose Hall, lugar que quise visitar para realizar unas pequeñas compras, pero que no pude por el tiempo planificado.   Luego fuimos a una pequeña tienda donde adquirimos recuerdos y souvenirs de la isla a cómodos precios.

Antes de finalizar, la excelente guía cuyo nombre lamento haber olvidado, nos llevó a tomar un exquisito café con un postre lugareño.   No desaproveché la oportunidad para tomar una tacita de té inglés con crema y mi pequeño postre, mientras afuera, a orillas el mar, un paisaje increíble nos envolvía e invitaba a tomar fotos, a soñar, a grabarlo en nuestras mentes y a perpetuarlo en nuestros corazones.

El día jueves a las 7:00 a.m., llegamos a Georgetown, Gran Caimán, una pequeña porción de paraíso en un territorio regido por Gran Bretaña. El barco acoderó  unos veinte minutos mar adentro, por lo que tuvimos que trasladarnos en una lancha para llegar al puerto.  Ahí nos esperaba una aventura diferente, realizaríamos un paseo en submarino. No niego que al comienzo sentí algo de temor, pero éste se disipó cuando vi que muchas personas de diversas edades se integraron a la misma aventura.

Tomamos otra lancha que nos llevó mar adentro de aguas color turquesa, arena blanca y brisa refrescante, ahí ingresamos al submarino cuya capacidad era para 45 personas, con dos escotillas por las cuales debíamos bajar de espaldas, lo cual no me tomó de sorpresa porque en casa tenemos una escalera de caracol auxiliar en la cual muchas veces he bajado de esa forma.   Al descender, nos encontramos con un largo y doble asiento de color azul, similar al porta huevos de una refrigeradora, donde en cada espacio va un huevo, acá en cada espacio va sentada una persona con su respectiva ventana redonda, creo que se llaman escotillas, por donde podías observar lo que había en el fondo del mar.   Iniciamos el recorrido, disfruté ver las algas, conjuntos de aparentes ollitas agrupadas como adornos de una gran pecera, donde tuve la sensación de estar dentro de una.  Cardúmenes de peces azules y fosforescentes cuyas fotos y nombres reposaban en una página plastificada anclada en cada escotilla. 

Vimos una mantarraya, diversos peces de variadas formas, colores y tamaños, las cadenas de los grandes cruceros anclados y mientras el tiempo trascurría y el submarino avanzaba por el fondo marino, pensé  qué pasaría si nos quedábamos enredados o atrapados en esas profundidades. 

Lo mejor fue cuando emergimos, indiscutible que fue una gran aventura, la disfruté y todo lo que vi está grabado por siempre en mis recuerdos, pero que maravilloso fue salir a la superficie, respirar el maravilloso aire  y contemplar las blancas nubes que Dios creó para nosotros.   A los pocos instantes, una fuerte lluvia se desencadenó, nos bajamos en el muelle de la Marina de Gran Caimán, decididos a pasear por ella lo que restaba del tiempo y pudimos ingresar a un mundo especial de fabulosos artículos exclusivos como cristalerías, monedas, diamantes y relojes de marcas, donde tuvimos la tentación de adquirir un longines de oro a menos de mil dólares de Gran Caimán.

El día viernes a las 10:00 a.m., llegamos a Roatán, que es la mayor isla de Honduras cuyo nombre significa Reino celestial. Tomamos un tours para recorrer la isla, fuimos con otro grupo del crucero para ver un espectáculo de delfines, lo triste es que llegamos justo cuando se terminaba, aunque sea disfrutamos del paisaje natural, las típicas casitas sobre el agua, como salidas de una postal.

Avanzamos nuestro recorrido y fuimos a una playa pública llamada West Bay donde nos bajamos a orillas del mar. Aquí, en estas transparentes y turquesadas aguas del Atlántico, invitada por la blanca arena de la playa que me permitía  ver los cientos de pececitos que nadaban a mi alrededor, me di un chapuzón, bueno, sin cabeza, en realidad me sumergí hasta los hombros y di vueltas y vueltas dentro del agua disfrutando del entorno.

Conocimos a Bryan, un joven hondureño, que ofrecía paseos en una pequeña embarcación llamada Ocean Explorer, la escasez del tiempo no nos permitió hacer el paseo que nos ofrecía, pero conversamos mucho y pudimos entrever sus buenos sentimientos. Nos contó sus sueños y aspiraciones y nos dijo que algún día que volvamos, nos iba a recibir en su casa, porque iba a estudiar mucho para salir adelante.

El sábado navegamos todo el día, un ligero dolor de cabeza me hizo prever lo que podría acontecer, así que decidí rescindir del almuerzo y descansar un poco en el camarote, me perdí de ver el desfile de las banderas.

Por la noche fuimos a la última cena, nos tomamos las últimas fotos juntos a nuestros amigos de crucero, que quizás nunca volveremos a ver o quién sabe en un futuro próximo crucero estemos juntos reafirmando amistades. 

Fuimos al camarote, cerramos las maletas, las dejamos en el corredor del área, para que las retiren y las lleven al primer piso para  desembarcar por la mañana.  Un oficial del barco fue a entregarnos la botella de licor retenida el primer día.  Sé que será difícil conciliar el sueño.

Al amanecer, desde la ventana del camarote contemplaba la llegada de la aurora mientras la nostalgia infinita me envolvía, el crucero de 7 noches había llegado a su fin. 

mayo 5, 2011

Desde que descubrí que su presencia era paralela a mi persona, he tratado de detenerla y no lo he conseguido.

Me pongo frente a ella y la condenada me esquiva.

Se muestra altanera, caprichosa, definida y muy segura de sí, que hasta camina con total independencia presumiendo identidad propia.

Cualquiera pensaría que ha roto el cordón umbilical que nos mantiene juntas, a tal punto que a la hora meridiana se ubica por delante y se rebela.

Por las noches se esconde a propósito para que no la vea.

En realidad, me preocupa y tengo miedo de que decida partir y me abandone

 

Luz Gabriela Rodríguez

Tomado del libro Más allá de los sueños

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abril 6, 2011

A MARTÍN ROBERTO MURILLO GÓMEZ

Y SU CARRETA LITERARIA

El segundo día del crucero llegamos a nuestro destino a las 10:30 a.m. Sentía mucha curiosidad por conocer Cartagena, Colombia. Sabía que estaba llena de riquezas históricas y que fue declarada patrimonio nacional por la UNESCO, por lo que al desembarcar me aseguré de llevar mi cámara fotográfica…

Cuando fuimos a la plaza del parque de Bolívar, iba desprevenida, dispuesta a tomar fotos al monumento, cuando dirigí la mirada al lado izquierdo llamó mi atención un carrito de madera que decía LA CARRETA LITERARIA, donde reposaban libros, libros y más libros de autores contemporáneos, modernos, grandes obras de autores conocidos y desconocidos. Conversé con el dueño de la carreta: Martín Roberto Murillo Gómez y aplaudí su iniciativa.

Le conté que en mi país hay carretas de frutas, pero que jamás había visto una carreta con tan variados productos invaluables. Me dijo que esto no era un programa de alcaldía, ni de gobierno alguno, ni un cuadro típico de una ciudad europea, sino de él mismo, que antes se ganaba la vida vendiendo agua y luego decidió aportar al desarrollo de su país fomentando la lectura. Cuando los padres leen en voz alta a sus hijos, están creando un hábito por la lectura y ellos no la verán como algo aburrido, sino como un aprendizaje divertido como nadar, patinar, etc. Está seguro de que esto los hará mejores ciudadanos.

Le dije que escribo y que soy ecuatoriana, muy contento entablamos un rápido y ameno diálogo. Afanado, me improvisó una rápida entrevista con su celular, le obsequié uno de mis libros y me tomó fotos junto a su increíble carreta literaria…

La labor de Martín es única, está comprometido con esta magistral y pintorezca carreta de lectura, con Cartagena, con el Departamento de Bolívar, con el Caribe todo, en Colombia y en el mundo entero.

Mi grupo turístico del crucero con el que andaba había desaparecido por las pintorescas calles aledañas, por lo que me tocó correr hasta alcanzarlos sosteniendo con una mano el sombrero que el viento amenazaba quitarme para jugar carambolas.

Luz Gabriela Rodríguez

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enero 23, 2011

Máquina perfecta. Se mide con un barómetro emotivo. Demuestra que la  vida comienza y termina con un latido del corazón y el ciclo evolutivo de las cosas que se dieron ayer, se dan hoy y se darán mañana.

Cada día se repiten los dimes y diretes y con aroma de bienmesabes, las dudas y temores, las penas y alegrías se enfilan paralelas. Y es que son tiempos de mucha inquietud en que saborear tajadas de  mango verde con sal es lo mismo que  vivir sensaciones encontradas. A cada instante  hay permutas transformadoras, muestran segundos eternos y etéreos; donde hay que hacer tal cosa porque si no sucede otra, hay que madrugar a trabajar porque si no, simplemente no hay paga, hay que sacar a pasear al perro, porque si no se orina el sofá, hay que ver televisión porque si no te sentirás solo, hay que respetar el espacio de los demás aunque no respeten el tuyo, hay que guardar silencio aunque los otros hablen pendejadas, hay que tener celular porque si no, estás aislado y si no estás en porta no estás en nada y porta siempre te acompaña, mientras  moviestar va contigo y a alegro ni se lo escucha. Burda tecnología absorbente con las redes sociales encabezando la fila.

Es la época de estar sentados en posición decúbito dorsal ante la compu, hacer visitas on line  y al instante saber cómo están las amistades,  los primos, las tías, los hermanos y hasta la octogenaria de la familia que el mes pasado recibió un diploma de Internet para adultos y ahora abrió su cuenta en facebook. También Cloé, Candy, Dandy, Dottie  y otras mascotitas que con cariño sus protectores las registraron en facebook y exhiben sus fotos.  Lo cierto es que lo in es chatear y subir fotos. Hay que hacerlo, meterte en el engranaje para no morir en el aislamiento porque nadie se da tiempo de visitarte, escucharte, ni conversar.

Hoy estoy feliz escribo en el facebook. Las amistades pulsan el botón: Me gusta y si la curiosidad les invade o se encuentran aburridos comentan. Qué bueno que estés feliz ó por qué te sientes feliz…

Puede  que en otro momento escriba que no lo estoy, o que hace calor, pero  no debo encender el split porque no tengo tapones de oídos para no escuchar los agravios que le propinan a la empresa eléctrica por robar tan descaradamente en sus planillas, después de haber pasado con el aire encendido días y noches  completas, o que el frío es terrible y la calefacción no funciona porque el calefón no tiene gas, quizás pondré que estoy impaciente porque el tiempo vuela y no he cumplido aún ni la primera promesa del nuevo año o por simbiosis acabo de descubrir que muy cerca está una persona en quien no puedo confiar a plenitud…

Pero qué gran revelación. Existe alguien en quién se pueda confiar a plenitud? Somos humanos, tanto como nuestro ser lo permite, proclives a fallar, dudar, cambiar, ser poderosos, ser débiles y empeñosos cuando se trata de que imperen nuestras ideas y prevalezcan nuestros objetivos, aunque debamos montar una rabieta o una forzada escena para conseguirlo. Lo único que hay que tener es ganas y deseos de seguir soñando ante tremendo gran escenario que Dios nos dio y el libre albedrio de actuar. Cómo no aprovechar las circunstancias de vivir los devaneos y desvaríos que cada ser se permita.

Continuamos enfrentando el diario caminar, las cosas se dan, es el destino que marca el camino o se hace camino al andar. Lo cierto es que suceden cosas extraordinarias, casi fuera de contexto. Me pregunto si vale la pena procesarlos en la mente  o dejar pasar la suave  brisa que refresca la soleada mañana de los inviernos de la vida.

Después de todo una golondrina no hace verano, un exabrupto no va a cambiar mi día, así tenga que remar contra marea, tomaré los instantes, le meteré bríos con la doble transmisión de un 4 x 4 cuesta arriba, inyectando esencia de parmaton  para que el vigor de mi espíritu se mantenga indomable y lleno de fe.

Es hora de escribir en mi facebook: gracias Dios por el nuevo día y de seguro muchos pulsarán la tecla: me gusta…

Luz Gabriela Rodriguez

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enero 18, 2011

SALVADA POR LA CAMIONETA

Casi anochecía.

Me parquee en la avenida principal. Bajé  del carro  para comprar  un número de lotería, el consabido guachito de la felicidad que me haría ganar nada más, ni nada menos que 25 mil dólares…

Al pasar por la plazoleta de San Francisco, los árboles  parecían unirse y confabularse cerrándome el paso para que no avance.

De pronto, casi de la nada, aparecieron tres hombres, eran jóvenes de aspecto siniestro, rockeros vestidos de negro, pintados los ojos con delineador, argollas e imperdibles en sus ropas, con piercing en las cejas y en los labios.  Me agarraron  por los brazos y me inmovilizaron. Muchos vieron, pero nadie dijo nada, al contrario, bajaban sus cabezas como si no estuvieran viendo nada. Era territorio demarcado.

Recobrando aplomo les dije que no tenía dinero, pero que si me dejaban buscar en mi cartera, les iba a dar un black berry nuevo, por supuesto que el celular que pensaba darles era nuevo, pero sólo yo sabía que no servía porque vino sin el  famoso chip necesario en nuestra banda local, burda tecnología.

Mientras hurgaba en mi bolso revolviendo todo lo que en él había,  recordé que no lo tenía, al salir lo dejé en la cartera de la oficina.    Al ver que no les proveía nada de valor, dijeron que me llevarían con ellos para que  trabaje en un prostíbulo.

Tenía que evitar que me vean temblar como hoja al viento, fingiendo sarcasmo me reí a carcajadas mientras les decía:

-Tienen la más remota idea de cuántos años tengo, pues más de 50, soy gorda, aburrida y jubilada de los inviernos de la vida. En casa mi esposo lleva 10 años sin darme un beso, 5 sin saber qué cara tengo y 3 sin saber si dormimos juntos o no. Ustedes deben  estar locos al decir que me van a  llevar a una casa de placer, les aconsejo que busquen mujeres jóvenes, mejor dicho, no busquen ni dañen la vida de nadie porque eso es pecado y Dios los está observando y …

-Cállate la boca y deja de pretender darnos consejos.  Nos piden jóvenes y viejas y va a terminar gustándote…

Las lágrimas rodaban por mis mejillas, por más que intenté que me dejen hacer una llamada a casa no me dejaron, tenía que decirle a mi familia  cuál iba a ser mi destino, creo que sería menos doloroso que sepan dónde estoy que desaparecer de súbito.

Las horas pasan.  En mi hogar,  mi adorado dulcineo al ver que no llego, pensará que lo abandoné.  Qué más da. Es probable que mi desaparición lo haga sentir un hombre con suerte.  Nada está dicho, todo es posible.

De pronto, por el mismo camino que  llegué, se parqueó un volswagen escarabajo color verde turquesa, una mujer se bajó dejando las llaves en el switch, por más que quise advertirle con el movimiento de mis ojos, ella  no entendió y comenzó a caminar hacia nosotros.

No había duda, la secuestrarían y ahora seríamos dos mujeres en apuros.

En un mínimo descuido, corrí y me abalancé  dentro  del carro, levantando el asiento me  tiré de cabeza sobre el suelo y acto seguido puse seguro en las puertas.  De ahí saldría solo muerta, pensaba, mientras oraba con fervor que alguna divinidad esté cerca y me salve.

Al mismo tiempo que caí sobre el asiento, le grité a la mujer que entre al carro.  Por fin me entendió y  actúo con rapidez.

En el momento en que el carro comenzó a rodar, rayó el alba y al mirar hacia delante vi que una gran camioneta color blanco se parqueaba y cargando escaleras e  implementos de trabajo, bajaban de ella, cientos de alegres obreros vestidos con overol azul y  gorra de jeans.

Supongo que con la luz del día y el fulgor resplandeciente de la gran camioneta blanca llena de ángeles trabajadores, los hombres malos simplemente desaparecieron.

Al instante, me viré hacía la izquierda y  con los ojos entrecerrados divisé el reloj.  Eran las 6 y 30 gracias a Dios desperté.

6 de diciembre del 2009.-

Luz Gabriela Rodríguez

http://www.blog.espol.edu.ec/lgrodrig/

septiembre 20, 2010

El retrato de Malena Clon

 Me miró.

Estoy segura que no  me  reconoce.  Después de tanto, luzco de  escasos veinte  años…

 A breves minutos de haber descendido del avión,  tal como lo concebí, clavó sus intensos ojos color ladrillo en todo mi ser.  Sentí estremecer; pero tomando aplomo,  caminé directo hacia él.  La misión era cumplir con mi objetivo y sólo tenía un día para hacerlo.

Bastó simular que  tropecé,  para el siguiente instante estar sostenida en sus firmes brazos.

 

-¿La conozco?

-Creo que no, le dije.

-¿Se siente bien?

-Creo que no, le volví a decir.

 

Fue suficiente.


Fuimos a una cafetería y conversamos como “viejos amigos”.   Pude darme cuenta que me observaba, se diría con curiosidad.  Me preguntó si mi madre se llamaba Malena, si creía en la reencarnación,  que pensaba que en otra vida habíamos sido amigos…

Si. Igual como hace 30 años, con una facilidad asombrosa, había logrado acercarme y comprobar que seguía siendo igual, sus plateadas canas lo hacían lucir  interesante, pero era el  lechuguino de siempre, solo que esta vez no me reconocería…

-Es curioso, pero me recuerdas  a alguien que conocí hace muchos años, solo que ella debe tener  más del  doble de tu edad, dijo.

 -Seré su clon, le contesté un poco nerviosa.

– Siento que este momento ya lo hemos vivido, añadió.

-Siento lo mismo, repuse  aparentando naturalidad.

Me ofrecí para mostrarle la ciudad y al poco rato estábamos recorriéndola.  Dijo algo que yo, ya sabía:

– Hace 30 años estuve aquí y conocí a alguien muy especial.

Se tornó silencioso.

Me acerqué a su pecho y como si ese fuera mi lugar, me acurruqué en sus brazos.  Qué maravilloso hubiese sido permanecer ahí por  la eternidad.

Por la noche fuimos a cenar.   Era el mismo lugar… Como si el tiempo se hubiese detenido.

Sus ojos tenían fuego puro.  El ambiente se prestaba para lo que sentía.

Las burbujas de muchas copas de  Dom Pérignon hicieron su papel y yo hice el mío…

Reviví con intensidad cada uno de los instantes del ayer y antes de que se acabe mi “prórroga”, me deslice de sus brazos con suavidad.

Afuera ya amanecía.  Le escribí una nota al  partir:

Te espero después de 30 años…

Te amo por siempre

Malena.

tomado del libr Más allá de los  sueños de Luz gabriela Rodríguez

septiembre 3, 2010

LA VIDA VUELA

La vida es un correr y correr entre dolor y placer. Es un abrir y cerrar de ojos, un devenir, una vorágine impredecible.

Cuántas cosas podríamos decir de la vida y no lograríamos descifrarla. Sólo sé que llega y se nos va rauda y cuando aparenta prometer mucho, se va más rápido.

Hay quien tiene su propia lógica, como doña Lolita, una agraciada octogenaria que comenta preocupada que ella sabe por qué el tiempo vuela; es porque los monigotes de años viejos que acostumbramos quemar cada 31 de diciembre, antes los hacíamos de aserrín y ropa y quemarlos era una lenta tarea. Ahora son de cartón y tiras de madera, lo cual hace que se combustionen casi al instante. Será o no será. Lo real es que en la vida el tiempo vuela y todo tiene su día y su hora. Simplemente se va deslizando sin necesidad de empujarla.


La vida marca el tiempo para que no pasemos aburridos y éste vuela sin darnos tiempo de sujetarnos, sólo hay que vivir  aprisa. En realidad las cosas fáciles no sirven, es el esfuerzo y el ahínco que le pongamos a lo que hacemos lo que nos será grato.

Siempre digo que no creo en la lotería, el consabido guachito que nos hace millonarios de la noche a la mañana y cuyos números y series ni siquiera pasan por el ánfora.  No creo en los juegos de azar y sin embargo llena de esperanzas cada miércoles la adquiero con infinita alegría que se transforma en perpetua nostalgia al ver el boletín de resultados.

Es suerte, la suerte es loca y a cualquier le toca; es destino, acaso está escrito quién se va a hacer millonario de la noche a la mañana; es vida, entonces solo viven unos y otros no se dan ni cuenta de que viven?

Lo cierto es que hay que aprovechar la vida y sus instantes sin claudicar, cada segundo, cada momento, sacarle provecho, sacarle el jugo como se dice, haciendo lo mejor que se pueda lo que  nos toque hacer, con fe, con esperanza, con ilusión y sobre todo con actitud honesta y gran motivación.

A medida que pasan los años aprendemos a hilar fino, descubrimos y aceptamos que es mejor reír que llorar, vivir que morir, soñar que no hacer nada y que lo único que debemos pedir a nuestro Padre Creador a más de la vida misma, es sabiduría.

Mientras el alma está en el cuerpo, lugar tiene la esperanza…

Luz Gabriela Rodríguez M.

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