enero 6, 2013

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El calor del desierto aún abrazaba. Mi camello que entonces iba a la velocidad de un computador de última generación, no podía dar un paso más.

Decidí dejarlo. Tomé lo necesario y continué la travesía. Sabía que la meta parecía un imposible, pero tenía que cumplirla.

Como una pantalla en off se hizo presente la noche. Ahora era el frío el que penetraba mi ser. Me senté tras una enorme roca, abrí la mochila y saqué mi laptop. Me conecté con el proveedor y busqué la señal. Observé que aún quedaban cinco horas de camino, así que avancé sin dejar que el cansancio me someta.

El esfuerzo era más agotador, porque en la oscuridad, apenas podía ver a tres pasos. Pero de lo que si estaba segura era de que nada me detendría hasta encontrarlo…

Para orientarme encendí nuevamente la pantalla del portátil y volví a conectarme. Ahora la señal era más clara. Según mi GPS, estaba a dos horas de camino.

Una lucecita azul intermitente indicó que tenía un mail urgente. Fui a la bandeja de entrada. Lo señalé. Al abrirse, la ansiedad aumentó. Leí detenidamente el mail y me estremecí. Estaba segura de que nadie conocía de mi búsqueda. Era casi una misión secreta. Pero, entonces ¿Por qué ese mensaje?

Aun no salía del asombro, cuando la máquina se inhibió. Presurosa la resetie, pero el ordenador no respondía. Cerré el programa para volver a iniciarla, pero fue en vano. Me sobresalté aún más, al ver que un haz de luz salió disparado desde la computadora.

Sólo eso faltaba. ¡Se circuito el ordenador! exclamé.

Consulté la hora y pude ver que casi era la medida noche. Algo brillante atrajo mi atención. Todo el camino estaba iluminado. Quise averiguar de dónde provenía la luz, pero no pude. Los sonidos descompasados del corazón podían escucharse.

Di tres pasos. Fijé la mirada y ahí estaba…

Pero, vaya momento. Otra vez la intermitente lucecita azul me indicaba un mensaje urgente. ¡Qué locura! Exclamé, pero si mi laptop está circuitada, es imposible que funcione el proveedor.

Al abrir el mensaje fueron definiéndose las formas y los colores. Efectivamente ahí estaba el portal y en el centro, el bebé más hermoso que mis ojos hayan visto.

¿Me buscas?, me dijo. En realidad estoy en ti…

Tomado del libro Más allá de los Sueños de Luz Gabriela Rodríguez