enero 9, 2013

Los que se fueron…siguen vivos, lo que lloramos es no poder mirarlos ni tocarlos.
Pero, les palpamos el alma, pues siguen con nosotros.

Los que se fueron…solo lo hicieron físicamente, siempre hay una lucecita tenue sosteniendo su recuerdo.

Es cierto que ya aparecen de pronto para asombrarnos         con chispas nuevas de su amor o de su inteligencia.
Pero, ellos no están impasibles, se mueven en la imagen del recuerdo y caminan a nuestro lado con la fuerza poderosa de la memoria.

 

Es cierto que ya…no abrazan. Pero, pese a ello, nos envuelven con un velo tan denso que el olvido no tiene salida.

 

Los que se fueron…
no se suplen ni se reemplazan, lo que de ellos se pierde no se recupera
Dejan un hueco personal que ningún otro llena.

Se fueron…
Pero a la vez se conservan vivos, con esa «impalpable presencia»

y esa nostálgica forma de estar junto a nosotros.
Ellos, ellas, que ya se fueron siguen velando, ayudando y estando presentes en nuestras vidas.

 

No deben haber ido muy lejos
ya que en su inmaterialidad se preocupan de que sintamos su influencia y tienen el poder de consolarnos el corazón y de regirnos con su ejemplo.

Los que se fueron…
dejaron su imagen como una estampa pegada en nuestro corazón
La luz de esa imagen, es la que nos permite tener clara conciencia de que la vida no acaba con la muerte, ya que esta es sólo un renacer a la vida verdadera, en la cual nos reencontraremos en el momento adecuado.

Que Dios nos bendiga, guarde con bien y nos cuide para la vida eterna.