marzo 26, 2010

Fin de semana triple equis

Son las seis de la mañana de este domingo abrumador. Quiero seguir asida a este colchón atrapante, continuar durmiendo sin rencores, pero los planes familiares de anoche me empujan a la realidad.

Mientras preparo el desayuno me sumerjo en la rutina,  no tiene nada de emoción. Tomo la pastilla con que inicio el día, dicen que estabiliza las hormonas  ¿Para qué?   No sé,  pero tengo que seguir las instrucciones del médico, no sea que me desequilibre y me produzca un imparable éxtasis.

Bato seis huevos de concubinato, así los llamo, porque no son de gallo y gallina; uhmm ya imagino el delicioso revoltijo con pimienta recién molida. Con un chorro de leche quedaran esponjosos, como las suaves nubes, aquellos inconsistentes nimbos donde asiento mis súbitas emociones.

Mis ojos, con anhelo resplandeciente, miran el  brillo de la espátula metálica coge huevos, es el vehículo que transporta mi volátil mente al infinito. Volar es fácil, volver es súbito: el revoltijo se me quema…

Una canastilla de mimbre acuna un blanco lienzo con panes calientes, en realidad llevan seis días en el  inerte congelador, pero en el  microondas, en menos de un minuto de calentamiento, igual como se concibe el amor en la actualidad, ya están listos y huelen a recién hornados, que hasta compiten con el excitante aroma de café instantáneo que intenta  inundar el  ambiente.

Me apresuro a beber néctar de guayaba artificial, para reanimarme, aunque bien podría beber “ayahuasca” para aluci-reanimarme.

Un elixir renovado de esperanzas resultó la misa dominical.

La charla posterior al Evangelio, aunque sea por corto tiempo, sacudió conciencias y retornó almas despabiladas.    En lo que me concierne, adoptando ojos bobalicones, acepté que de ahí en adelante, iba a ser mejor.    Quizás los buenos propósitos sirvan hasta el medio día, nunca se sabe en qué tierra caerá la fecunda semilla y aunque quiero creer que mi familia es tierra fértil, prefiero apaciguar mis inquietos pensamientos porque  nunca se sabe.

No planificamos visitar un parque camposanto y aquí estamos.

Percibo un intenso aroma de flores, suspiro con desánimo al ver acentuada la fragilidad de la materia…

El sol señala que el día va quedando atrás. Es hora de enrumbarse, la noche anuncia su presencia.

Estamos en casa.

Qué confortable es dormir, lo difícil es despertar y estar de nuevo en el escenario gris, con las mismas tramoyas, listos para volar, sentir, vivir, llorar y morir.

Mañana será otro día, esperaré atenta. Un neo fin de semana triple equis, se aproxima.

Tomado del Libro Los Días están contados de la escritora ecuatoriana Luz  Gabriela Rodríguez M.