10 Claves para la planificación de clases creativas

Me permito sugerir una desordenada serie de claves “lúdico-creativas” para las clases y algunas coordenadas de aplicación.

1. La explicación de clase no puede reducirse a una acción unilateral donde el profesor actúe solitariamente. La teoría -ha de exigirse un conjunto unificado y estructurado de conocimientos- no debe monopolizar ni ahogar la reflexión de los alumnos.

2. Siendo el objetivo último de cualquier asignatura saber, la tarea del profesor es fomentar la intervención y el ejercicio de distintas aptitudes de conocimiento y expresión del alumno, pero sin caer en el error de convertir la clase en una especie de club social donde lo más importante sea pasar un buen rato.

3.  Nada hay más aburrido que la monotonía de una clase. ¿No es posible que reine un clima distendido y espontáneo donde -además de la pizarra y el texto- se favorezca un ámbito rico en mensajes, códigos y formas distintas de representar y expresar los contenidos de la materia?. Existen estrategias que debemos conocer y fomentar para que las clases resulten activas y atractivas. La imaginación en el descubrimiento y uso de recursos es una tarea inexcusable si se aspira a un desarrollo creativo de las clases.

4. El conjunto de actividades debe potenciar y nunca menoscabar el importante campo teórico que ya se despliega en el Segundo Ciclo de Secundaria y Bachillerato.

5. Las clases no deben estar asentadas exclusivamente bajo el presupuesto de la “actividad”, pues el aprendizaje requiere un estudio personal intransferible de contenidos específicos.

6. El material audiovisual, por estar apoyado en la experiencia diaria de nuestros alumnos, posee un enorme valor y es estímulo de choque para una educación que no puede anclarse en un tipo de enseñanza meramente “académica”. Determinadas obras cinematográficas, documentales, canciones y anuncios –por ejemplo-, brindan argumentos y situaciones que invitan a reflexionar o poner en práctica contenidos que cualquier asignatura aborda en su currículo.

7. La importancia de los debates, discusiones dirigidas, grupos de trabajo o escenificaciones son estrategias vigentes y aprovechables. Las propuestas de trabajo deben resultar adecuadas a los intereses de los alumnos y nuestros propios -curriculares-, siendo la conexión con el entorno el punto de referencia que guíe la programación didáctica de contenidos. Las clases se convertirían en un discurrir rutinario si nos limitásemos a la simple manipulación de conceptos desencarnados.

8. Es preciso un buen funcionamiento de las actividades: objetivos, materiales, plazos, revisiones, resolución de dudas… Este empeño no implica renunciar al desarrollo curricular o anteponer una encorsetada metodología; eso sí, debemos adaptar las aspiraciones y expectativas a nuestras capacidades y posibilidades.

9. Más allá de las actividades sujetas a un ordenamiento estrictamente académico, tienen cabida otras que potencian la actividad creativa del alumno con una repercusión directa en el aprendizaje a la par que estimulan el intercambio de ideas, promoviendo el desarrollo de la iniciativa personal. Sin necesidad de recurrir a complicados recursos, puede ofertarse al alumnado actividades fácilmente realizables que favorezcan el interés por la asignatura.

10.  No deben estar las actividades exentas de rigor y pautas metodológicas; es obvio que requieren una forma, un orden e implican una disciplina. Se trata de presentar los conocimientos con envases suficientemente atractivos para que el alumno los perciba como deseables por sí mismos, pero sin olvidar que poseen un rango instrumental, pues no tienen por objeto la disipación o una entrega pasiva a una incoherente cascada de estímulos que convertiría la actividad en activismo, en pura acción exterior.

Algunas coordenadas de aplicación

  1. Si bien no se requieren determinadas aptitudes, la experiencia sugiere que deben tenerse presentes una serie de actitudes para que los alumnos discurran por la senda del aprendizaje lúdico. Nos referimos a aspectos con los que habitualmente un profesor opera y que, resultando obvios, no por ello dejan de ser imprescindibles para crear ese clima de cooperación que posibilite el actuar lúdico de la asignatura.
  2. Dar las clases con ánimo positivo es difícil, pero enseñar no tiene porqué ser necesariamente una tarea fastidiosa. No se trata de ir a la búsqueda de una clase “divertida” a cualquier precio; pasarlo bien en clase no significa estar continuamente riendo, es disfrutar y hacer disfrutar intelectualmente con aquello que se está explicando.
  3. Ha de aspirarse a un estilo educativo que se apoye no sólo en «técnicas de enseñanza» sino también en factores humanos de comprensión y respeto mutuo. Decía cierto pedagogo: Mejores cursos, mejores programas, mejores máquinas de enseñanza, no resolverán nunca nuestro dilema de una manera esencial. La tarea educativa requiere de educadores más que de enseñantes e instructores, y reconocer los propios fallos es una actitud que refleja una predisposición para aprender a no sentirse «perfecto» en una profesión sometida a constante renovación.
  4. Dar clase significa mucho trabajo, más de lo que la gente se imagina -siempre y cuando uno se preocupe por darla en color, no en blanco y negro. Saber es relativamente fácil, enseñar es más que difícil. Por eso, no debe dejarse nada a la inspiración del momento, pues aquello que no se prepara suele salir mal. Puede saberse mucho de una materia y no dar el paso que supone transmitirla, hemos de “traducir” lo que conocemos.

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