jueves, febrero 26th, 2015 | Author:

Amen

“Pedid, buscad, llamad”

     
Atribuido a San Macario de Egipto (?-390), monje

         Esfuérzate por complacer a Dios, espérale interiormente sin cansarte, búscale a la medida de tus pensamientos, violenta tu voluntad y sus decisiones, fuérzalas para que tiendan continuamente hacia él. Y verás como él viene cerca de ti y establece en ti su morada (Jn 14,23)… Y él está allí, observando tus razonamientos, tus pensamientos, tus reflexiones, examinando cómo le buscas: si es con toda tu alma, o bien floja y negligentemente. Y cuando verá que lo buscas con ardor enseguida se te manifestará, se te aparecerá, te concederá su auxilio, te concederá la victoria y te librará de tus enemigos.    En efecto, cuando habrá visto cómo le buscas, cómo pones en él continuamente tu esperanza, entonces verás como te instruye, te enseña la verdadera oración y te da la caridad verdadera que es él mismo. Entonces él lo será todo para ti: paraíso, árbol de la vida, perla preciosa, corona, arquitecto, agricultor, un ser sometido al sufrimiento pero que no queda afectado por él, hombre, Dios, vino, agua viva, oveja, esposo, combatiente, armadura, Cristo “todo en todos” (1C 15,28).    Igual que un niño no puede ni alimentarse ni cuidarse solo, sino que no puede hacer otra cosa que mirar, llorando, a su madre hasta que ésta movida por la compasión se cuida de él, así mismo las almas creyentes lo esperan todo de Cristo y le atribuyen todo lo que es justo. Igual que el sarmiento se seca si se separa de la vid (Jn 15,6), así le pasa a quien quiere ser justo sin Cristo. De la misma manera que “es un ladrón y bandido el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas sino que salta por otra parte” (Jn 10,1), así es el que quiere llegar a ser justo sin aquél que justifica.

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