Una naranja y la concentración — Parabola

Era una tarde calurosa, cuando un niño de 11 años recurría a las primeras clases de programación en Basic, por los años 80 en la ciudad de Babahoyo. En coordinador de estos cursos, un joven visionario y de familia universitaria, decide tener una conversación a lo montubio.

Cómo es a lo montubio, en vez de decir te invito un café, o te invito a una cola – soda -, o te invito un cigarrillo – club del humo – , te dicen: te invito a chupar una naranja.

Después de pagar por la naranjas, peladas en su cascara por una máquina, comienza el proceso de apretar la fruta, para que los bollejos junten sus fluidos y motiven al caudal por el espacio de la vacio en la parte superior de la fruta.

Inteligentemente, comienza el jovén ingeniero a conversar sobre el proceso de concentración, que cuando una persona toma una clase debe de estar fijo en cada uno de los detalles que la persona dice, tomar notas, pero tratar de recordar lo que dice es fundamental.  El niño de 11 años, se lo queda observando y le dice, o sea que no solo es memorizar los apuntes del cuaderno o del libro. Por lo que el joven ingeniero le responde, al concentrarte la memoria se acopla con los momentos de atención, y con el tiempo esto se te hace un habito. Concentrate en lo importante.

La concentración es uno de los elementos más importantes, en el que hacer de los humanos, necesitamos estar concentrados para realizar actividades con calidad.

Ahora de adulto el niño de 11 años, cada vez que se toma el jugo de naranja recuerda la parabola de la concentración.

 

 

 

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