Cuando nosotros decimos que las Islas Galápagos son ecuatorianas, somos demasiados orgullosos de dicha propiedad y es indiscutible que lo es, ya que por el valor que tienen se han convertido en uno de los sitios más paradisiacos y científico del planeta.
A pesar de los danos que les producen sus habitantes y que en parte contagian a los turistas para aumentarlo, este «tesoro biológico» sigue siendo uno de los mejores conservados del mundo terrestre. La visita excesiva de turistas, la construcción de una mayor cantidad de hoteles en las islas, la pesca depredadora, la entrada comercial de productos del continente y otras, nos llevan a que ese orgullo inicial ahora debe cambiar al de «Responsabilidad ante todo el mundo», ya que somos solamente encargados de mantener vivo y conservar este Patrimonio de la Humanidad.
Cuando hemos sido espectadores del surfista mordido por un tiburón, como un ejemplo, creo que se da inicio a esa defensa de lo que no le damos importancia, pero que el mundo entero nos observa y hay que tomarlo en cuenta y afrontar las decisiones inmediatas.
Hay que tener mayor cuidado, cuando la administración pública y de las Islas se preparan para conceder 77 cupos para nuevos operadores turísticos, que corresponderán a la operación turística de ex-pescadores artesanales y que cambian sus actividades de la pesca de pepinos por la de atención al turista. Estamos con la corriente de la sustentabilidad y también de competitividad en los servicios turísticos a prestarse, pero ya se advierte que otros negocios marinos no desaparecerán ante la gran riqueza de nuestra Reserva Marina de Galápagos.