Cuenta la gente que hace mucho tiempo, existía un panteonero llamado Luis Alberto López, hombre de 1.80mts. de contextura robusta, y con una soledad en el alma, hombre parco y de pocos amigos, en su grupo reducido de amigos,( si acaso los tenía ) lo llaman “fiero lucho” autocalificado así, quién, sabe ¿por qué?
Fiero lucho .. narra que una noche como tantas noches de ronda que pasaba en el cementerio de la ciudad, que por ese entonces era más lúgubre y tétrico que cualquier otro cementerio, ya que hasta las luminarias del lugar hacían el escenario perfecto para las más raras historias que contaba..Verdad o mentira , no sé..Pero esto es lo que narró y que a él le sucedió.
Viernes por las tarde a eso de las cuatro, luego de pasar su última ronda por tumbas y bóvedas del sector, recogió sus herramientas de trabajo y se dirigió a su casita de descanso que lucía tan lúgubre como el mismo cementerio, la misma quedaba junto al muro de la entrada principal y aún costado de la misma también estaba un mal parada anfiteatro que servía para las necropsias de rigor.
Parece que desde ya el presentía lo que más tarde sucedería, no se explicaba por que cada momento miraba sobre su hombro como presintiendo que alguien lo seguía muy cerca, muchas veces hasta sentía la presencia de algo o alguien, en fin hizo caso omiso, quizá porque ya estaba acostumbrado a esas cosas o por no dar rienda suelta a sus nervios y no podía dejarse vencer por el miedo y no debía ya que la noche iba cayendo y el muy a su pesar debía dormir en esa casucha que era su responsabilidad cuidar.
En fin la tarde pasó y la noche llegó, comenta que a eso de las doce de la noche más o menos escucho pasar un tropel de gente por la calle que daba la ventana de su dormitorio. Con mucho cuidado pero también con mucho miedo se asomó y no vio nada, volvió a la cama e intentó en vano dormir, ya que al acostarse otra vez escuchaba ese ruido, armándose del valor más increíble salió para ver que era lo que pasaba,.. Solo el viento helado de la noche soplaba y le susurraba en lo oídos como diciéndole… Prepárate que ya viene… Eso erizaba la piel del hombre. Intentó rápidamente abrir la puerta y entrar pero algo llamado su atención, la distracción provenía de la loma de enfrente, fiero lucho cuenta con voz entrecortada, que en medios de una gran nube venía volando un toro de tremenda corpulencia, que por sus aspas y ojos emanaba chispas de fuego , feroz como ninguna bestia que había visto jamás, se le acercó , el impávido sin poder moverse y respirando con dificultad, tieso helado como los habitantes del sacrosanto lugar que cuidaba fue hallado a la mañana siguiente, un ojo tremendamente morado y un color verde amarillenta se reflejaba en su tez, su boca llena de espuma, fue conducido al hospital de la localidad donde los médicos daban los raros diagnósticos pero ninguno acertado, tres mes tardó en recuperarse aunque nunca lo hizo por completo.
Oscar Sánchez M.