La tranquilidad viene en desviarnos en Narupa por la vía al Coca, donde uno nunca sabe donde nos cogerá la noche, hallamos caminos pedregosos y polvorientos, algún que otro tramo pavimentado con baches, adentrándonos a la Reserva Biosfera Sumaco. Entre la selva virgen y la llanura amazónica se levanta el majestuoso Sumaco, forrado de un verde frondoso desde sus laderas hasta los 3.732 metros de altura en su cumbre, donde nacen cristalinos ríos como el río hollín, en él corre y juega el agua en los toboganes de roca, caudalosas cascadas ceden incansablemente sus aguas a este hermoso río.
Columnas de hormigas atraviesan la carretera de extremo a extremo, cargadas en sus espaldas pedazos de hojas que llevan a sus madrigueras; en estas partes debemos detenernos para levantar las bicicletas para no interrumpir su trabajo ni pisarlas, así también a los pequeños gusanos e insectos.
Al llegar a la comuna de Guamaní nos encontramos que ya es común en estas comunidades que carecen de electricidad, apenas un generador a diesel permite alumbrar por pocas horas las viviendas; donde deben pagar al mes un dólar por cada foco y dos dólares por una televisión.
Me sorprende los nativos con sus conocimientos de la medicina natural, saben que plantas usar en caso de picaduras de culebras, quemaduras y variedad de enfermedades que ni la ciencia ha logrado tratar. La alimentación se basa en lo que producen sus tierras, especialmente la yuca y el plátano, la cacería de animales como los sahinos, guatusas, armadillos, monos y en la noche salen a la caza de guantas en lo más interno del monte. Esta gente en su totalidad Kichwas, vive de la venta de naranjillas, guayaba, maíz, chonta, yuca, etc.…
Ángel Zamora