Cómo la información que llega a nuestros sentidos todos los días termina por abrumar y hacer que las modas queden rápidamente en un pasado más que definido por las horas, cronológico mental de quiénes lo consumimos.
Si hacemos una categorización encontramos que el Marketing por medio de publicidad inunda de cosas que sobre todo, dicen que hacen bien a algo, impidiendo que se puedan apreciar o pensar en cosas que sean realmente importantes. Consume tal producto de comunicación o bebe tal vaso de vino, en fin. Como consumidores tenemos más información de la que podemos consumir.
Entrando en un segundo plano, la educación y su continuidad, debido a que los horizontes son inciertos debemos de aprender a manejar la incertidumbre cómo si fuera un juego sin reglas o con piezas que aleatoriamente pueden tomar más poder de ataque, o de defensa, o que tienen un truco mágico para poder eliminar a un monstruo de hacer fortuna, o cambiar el territorio en dónde se está teniendo la actividad.
Después, lo que indica la comunidad cercana que practica y que de alguna manera genera «un-quiero-hacer-algo-parecido», que promociona aprender de otros por el compartir de sus experiencias. Por lo que el registro de las redes sociales, genera un reporte no esperado de las actividades de personas cercanas.
Siendo esto desalentador, al exceso de información no le queda otra cosa al cerebro que siempre ponerse en estado de alerta, debido a que las reglas siempre están cambiando, como consecuencia la experiencia no solo es una mala maestra, sino que termina siendo incoherente.
Al final, las olas de nueva información deben de ser cursadas por cruceros cuya quilla deben de romper nuestros hábitos todos los días.