Quito, 17 sep (EFE).- Comparten el escudo azulgrana, una afición enardecida y una historia de grandeza, pero las similitudes entre los dos Barcelona, el español y el ecuatoriano, terminan ahí, pues mientras uno está en la cresta de la ola, el otro atraviesa una sequía de títulos. 

Fundado en 1925 también en una ciudad costera, Guayaquil, por hinchas del fútbol de ambos países, el Barcelona ecuatoriano levanta las mismas pasiones en la provincia de Guayas que su hermano mayor en Cataluña.

Cuenta con el mayor número de seguidores en Ecuador y el estadio más amplio con capacidad para 90.000 aficionados. Además, dispone de un complejo de canchas adyacentes y una concentración «al estilo hotel cinco estrellas», según los directivos.

Sin embargo, toda su solera y su infraestructura no le han permitido conquistar títulos internacionales en los últimos años. A nivel local se detuvo en el decimotercer título y desde 1997 solo ha acumulado malos resultados.

A pesar del fenómeno social que representa el Barcelona, por muchos años careció de buena gestión, según reconoció su presidente, Eduardo Maruri. «Antes, una persona lo hacía todo, ahora el club cuenta con el aporte de profesionales en cada área administrativa. Solo falta cosechar los resultados futbolísticos», dijo a Efe.

Maruri está convencido de que «Barcelona alcanzará la gloria deportiva durante los próximos diez años, porque se están resolviendo los problemas legales y poniendo orden en lo económico y en lo administrativo. Las divisiones formativas están dirigidas ahora por verdaderos profesionales. El futuro será diferente».

Mientras el directivo está convencido de que cambiará la realidad actual del equipo, los aficionados del Barcelona y una gran masa de comentaristas deportivos locales se mantienen en el área de la crítica y de las dudas al estilo de Santo Tomás: «ver, para creer».

Maruri asegura que el patrimonio del club se aproxima a los 25 millones de dólares y mantiene una deuda cercana a los 11 millones por lo que considera que no hay peligro económico.

«Es como si Bill Gates (William Henry Gates) debe un millón de dólares, pero su patrimonio es de un billón», ejemplificó.

Las interrogantes no alcanzan para precisar la realidad, pues las últimas generaciones no han saboreado las mieles que emanaría un éxito del equipo y, sin embargo, lucen con mucho orgullo la camiseta amarilla y negra del Barcelona.

‘El ídolo’ o ‘el cuadro torero’, como también se conoce a Barcelona en Ecuador, fue fundado el 1 de mayo de 1925 por un grupo de jóvenes conocido como ‘La Gallada de la Modelo’, entre los que había algunos catalanes.

Ellos eligieron al ecuatoriano Carlos García Ríos como el primer presidente de Barcelona y al español Onofre Castells como presidente honorario.

El nombre de la institución hace referencia a la ciudad catalana y en agradecimiento al apoyo brindado por la comunidad española a Guayaquil.

Los primeros colores fueron camiseta negra, con cuello y pantaloneta blanca, pero como en la Federación local ya existía un equipo con similar uniforme, se trajeron desde España los uniformes con los colores oro y grana de la «madre patria».

Barcelona y España se relacionaron una vez más en 1971 por la vinculación fugaz del futbolista español y sacerdote católico, Juan Manuel Basurco.

Ese jugador anotó un gol histórico en la Copa Libertadores de América de 1971, que supuso el triunfo contra el argentino Estudiantes de la Plata, flamante tricampeón del torneo continental y que hasta ese partido había sido imbatible en su estadio.

Uno de los mayores rivales de Barcelona a nivel nacional es la Liga de Quito, que acaba de conquistar la Recopa Sudamericana ante el equipo ‘Pincharrata’.

Aún así, Barcelona se mantiene como el conjunto con la mayor hinchada del país, que se mantiene fiel aunque sufra.