junio 1, 2009

Este pequeño libro logra despertar interesante inquietud que es despejada  al leerlo, lo que nos ubica frente a frente para probar nuestra fe.

                                                                            

Es sui generis y especial la dedicatoria, al referirse la escritora que lo dedica a los que antes de nacer fueron ángeles y hoy son sus hijos.

 

Desde el inicio nos conduce a mundos míticos como cuando transcribe un pensamiento en la parte inicial del libro. Cito: Cuenta una leyenda que desde nuestro nacimiento un ángel apoya un dedo en nuestros labios y dice: Calla no digas lo que sabes. Por eso nacemos con una hendidura en el labio superior, sin recordar nada del sitio de dónde venimos.

 

A lo largo de esta obra, la autora mantiene una constante única: aceptar la existencia de estos maravillosos seres etéreos.   Por lo que de una forma directa, precisa y de fácil lectura, va presentando pautas naturales para  conocer y establecer contacto con los ángeles.

 

Nos da a conocer de que existen desde antes de la formación del cosmos y toma como base, que durante milenios han sido portadores de los mensajes que Dios ha querido anunciar a la humanidad, tal y como lo encontramos en las Sagradas Escrituras..

 

Cito a Jeremías, cuando los tres jóvenes hebreos, Misaj, Sidraj y Abed-Nego, fueron echados al horno de fuego en Babilonia por el rey Nabucodonosor, el fuego no los quemó y se paseaban entre el fuego cantando y alabando a Dios, pero se veían cuatro en vez de tres. Por eso, el rey preguntó a sus consejeros: ¿No hemos echado nosotros al fuego a estos tres hombres atados? Pero yo estoy viendo cuatro hombres que se pasean libremente por el fuego sin sufrir daño alguno y el cuarto tiene el aspecto de un hijo de los dioses… Y Nabucodonosor exclamó: Bendito sea su Dios, que ha enviado a su ángel a librar a sus siervos que confiando en Él, quebrantaron la orden del rey.   El ángel los libró del fuego y se paseaba con ellos, cantando y alabando a Dios…