noviembre 25, 2009

El tiempo transcurre cada día más vertiginoso; nos organizamos, pero igual parece no alcanzar. A duras penas, nos damos lugar para ordenar, limpiar, arreglar nuestras cosas personales como un hábito de higiene, la casa, la oficina; muy asépticos por fuera; pero que tal si damos una mirada hacia adentro. Qué hay con nuestra alma; imaginemos lo abarrotada que debe sentirse, en lo sucia que debe estar. Y no digamos que no, porque de santos no tenemos ni el apellido, como dice el párroco de la iglesia…

Así como se necesita higiene externa, se requiere higiene interna; los pecados contaminan el alma y eso nos hace oler mal.

La misericordia de Jesús es el limpiador que nos permitirá desechar lo negativo.

Alguna vez leí que el alma se ensucia no precisamente por los pecados de la carne, sino por:

Mentiras, engaños, traiciones, calumnias, por todo aquello que sale de la boca.

No es una redención de culpas, sino una liberación para afrontar una vida nueva.

Nunca es tarde para comenzar. Emprendamos un acto íntimo de humildad, hagamos una minga de sanidad del alma.

El secreto: Renovación interior, reordenación de valores morales y espirituales y sobre todo el perdón a sí mismo, por aquellos errores que vamos cometiendo por la vida y que con la misericordia infinita de Dios, ya nos ha perdonado.

Nadie podrá juzgarte, ni condenarte; el amor incondicional, al igual que el perdón comienza con uno mismo.

Reinicia tu vida. Perdonarse es limpiar y comenzar a crecer internamente, es darse una nueva oportunidad, renovando esperanzas.

Pero aquí empieza lo mejor de todo: Es la hora del recomienzo. Abre las puertas:

Cree nuevamente en ti

Piensa en la luz y encuentra el gusto en cosas sencillas y cotidianas y sobre todo llega alto, si muy alto, Deséalo con fuerza y verás que tu sanidad es doble, mental y espiritual.

Dios te acaba de otorgar tres cosas maravillosas:

Sanidad, sabiduría y salud.

Qué esperas para repartirlas a tu alrededor.

Luz Gabriela Rodríguez

noviembre 23, 2009

Ángel Santo de la guarda
compañero de mi vida,
tú que nunca me abandonas,
ni de noche ni de día.

Aunque espíritu invisible,
sé que te hallas a mi lado,
escuchas mis oraciones
y cuentas todos mis pasos.

Testigo de lo invisible,
presencia del cielo amiga,
gracias por tu fiel custodia,
gracias por tu compañía.

En presencia de los Ángeles,
suba al Cielo nuestro canto:
gloria al Padre, gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo.

Amén.

noviembre 22, 2009

Sientes vértigo emocional?

No, ¿cómo que no?

Yo sí. Siento mucho vértigo al subir, al bajar, al dar volteretas de aquí para allá. Y como estoy aprendiendo a caminar, me caigo, me levanto, me arrodillo, me caigo, me levanto, me arrodillo, qué torpeza la mía.

Entre luces trato de sonreír; maquillo mi cara, tiene que parecer sincera y feliz.

A veces canto y desafino, desafino y canto. Lloro y río, río y lloro. Digo sí y digo no, digo no y digo sí, digo quinientas veces si y quinientas y un veces no, no y no. Sabes: nos penden los hilos a su antojo. Es medio loco tanto vaivén, Lulú Clown.

De todas formas, no me importa. Entre luces trato de sonreír; maquillo mi cara, tiene que parecer sincera y feliz. Tú sabes. No hay historias sin final feliz y si no sabes, tienes que aprender; para qué usar máscaras de trágicos comediantes evocando el pasado bajo una borrasca de tiras de papel de fantasía.

Pero no te preocupes, yo te voy a proteger Lulú Clown, ese será nuestro pequeño secreto. Las dos juntas aprendiendo a caminar, a caer, a levantar y cuando se cansen de movernos en el aire y nos tiren dentro del baúl, con los tirantes enredados a descansar, saltaremos fuera de él y emprenderemos un viaje sin retorno, allá donde no habrá más funciones ininterrumpidas, ni nos utilicen para humanizar su imaginación.

Te prometo que nos disfrazaremos, tomaremos impulso y seremos las protagonistas de nuestro propio espectáculo, y cada noche conoceremos un lugar, desde luego, si tú lo permites Lulú Clown.

Viajaremos al espacio a pasear por el infinito, allá dónde nacen nuestros hilos de plata; te mostraré las estrellas y aprenderás que cada una está donde debe estar, iremos al nevado más alto del mundo, quiero saber dónde nace la frialdad y la maldad del ser en medio de tanto hielo, volaremos al cráter de un volcán en erupción para medir hasta qué punto nuestros corazones pueden resistir el dolor, sin fundirse el alma, Lulú Clown.

Te llevaré a las Cataratas del Niágara para saltar y envolvernos en la espuma imaginaria. Pasaremos por el Desierto del Sahara y te mostraré un oasis.
Sí Lulú Clown, te mostraré el mundo, el espacio, el infinito y aprenderás, que no es tan triste ser una simple marioneta del destino.
Tomado del libro Los días están contados de Luz Gabriela Rodríguez – Ecuatoriana.-

noviembre 10, 2009

¡Costumbre de este mundo y de la vida

mentalidad  absurda a la que se acostumbra,

espectáculo montado en escenario privado,

regio entablado ruidoso y sofisticado!

¡Adaptación a vivir en situaciones fatuas,

circunstancias  adversas, nada gratas,

serie  de paganos del todo involucrados,

hechos a la medida del  desaire de la vida!

¡Soberbia generación de viles víboras,

que  en público pregonan y se hincan,

fariseos difícil será escuchar sus ruegos!

¡Aplausos, ruidos, falsedad pura y absoluta,

vida vacía, vaga y triste soledad abrupta,

cuerpos cansados de vivir desenfrenados,

de que serviría tener un alma prostituta!

¡Sed del alimento espiritual que clama,

la unidad total que siembra la esperanza,

Dios, única meta final de este tranvía,

estación del amor, humanidad sencilla!

Tomado del libro Con razón sensible de Luz Gabriela Rodríguez

noviembre 4, 2009

 

Qué es orar?

Orar es dejar que las palabras fluyan del corazón, guardando un coloquio directo con nuestro Divino Creador. Es mantener una amistad con él, pidiendo que tome el control de nuestras vidas. Es hablar, es callar y es escuchar.

Orar no significa sólo que podemos decir a Dios todo lo que nos agobia.  Orar significa también callar y escuchar lo que Dios nos quiere decir (Juan Pablo II).

Es predisposición anímica que busca desasosiego en la intimidad con el Dios Supremo; es  la simple voluntad de querer regocijarse en su regazo, muchas veces guardando silencio en actitud receptiva de creyente.

Ayuda mucho la predisposición interna y externa, desde el alma hasta el cuerpo. Abrir el alma para recibir la ayuda anhelada y  postrarnos de rodillas en señal de fidelidad y amor, inclinando la cabeza como un gesto de humildad o elevando nuestras manos en señal de intensa alabanza y adoración, descubriendo la sed de él y recibiendo el amor que nos tiene.

Orar es la fe hablada, es el gozo que se soslaya en el corazón, en la búsqueda del sentido del ser, es el reencuentro con nuestro padre celestial,  aquel amigo que jamás falla y que lleno de misericordia divina, cree en nuestra sinceridad y nos invita a descansar en verdes praderas junto a él, encontrando el alivio anhelado a nuestros pesares.

Oremos alabando a Dios; Jesús nos enseño que para pedirle al Padre, hay que llegar al Hijo.  Guardemos silencio en nuestra mente y llenos de fe, dejemos que todo fluya, inundémonos de paz y  esperemos.

La sed se quita bebiendo agua

y no «pensando» en una fuente de agua fresca.