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Reglas para escribir textos (casi 70) para novatos, ESPOL, ICQA, CSECT, 2011.06.15.

sábado, junio 18th, 2011

ESPOL ICQA

Para todos, novatos o no, dentro y fuera ESPOL.

“Hay tiempo para todo”.

– Thomas Edison

– No busques trabajo: escribe.

José Saramago

Difusión 2011.06.18.

¿Qué mismo es ESCRIBIR?

“Escribir es ordenar las ideas que bombardean la mente, como pólvora colorida y humeante, que describen, formulan, enseñan, codifican. Representan con letras, signos y símbolos: historias, sentimientos, emociones, teorías, creencias, verdades y mentiras.

Al escribir fluye una carga de energía que se transforma en una huella visible.

La palabra escrita tiene la capacidad de cambiar, programar, reeducar y enriquecer al lector.

Si al menos una persona se interesa por leer lo escrito, se ha cumplido el fin, las letras se han convertido de simple garabato a comunicación inteligente.

El arte de escribir es armar el más complicado rompecabezas, donde al final se ve el mejor de los paisajes, reflejado a través de las palabras, de múltiples colores, ordenadas por la mente, buscando la perfección”.

– Martín Javier Oviedo Hernández.

Dos respuestas para Marín Javier:

“Escribir es una manera de crecer desde el interior, de desglosar sentimientos que a veces con palabras no encuentras argumentos, y sobretodo es una manera de aprender con la lectura de un buen escritor.

La palabra escrita del que sabe expresar, llega al alma del que entiende, sin saberlo explicar”.

– Toñi

“Un lápiz y papel para ser feliz. … Las palabras se amontonan en la mente y quieren aflorar en forma de rima. … Rápido busco el carbón y doy rienda suelta a la emoción.

A mí me encanta escribir…me dejo llevar por mis sentimientos y al final, leo todo y a veces me pregunto de dónde salió tanto…simplemente, sale del corazón.

No importa si me leen o no, pero yo vuelco en el papel todos mis sentimientos, los más escondidos y es un placer hacerlo”.

­– lalinda007

Un experto colombiano en escribir bien y diverso afirma que escribir es un acto hipnótico, ver:

“ESCRIBIR ES UN ACTO HIPNÓTICO”

“La escritura trata de hipnotizar al lector para que no piense, sino solamente en el cuento que le estas contando y eso requiere de una enorme cantidad de clavos, tornillos y bizarras para que no despierte. Eso es lo que llamamos la carpintería, esa es la técnica de contar, esa es la técnica de escribir o la técnica de hacer una película.

Una cosa es la inspiración, otra cosa es el argumento, pero ¿cómo contar ese argumento y convertirlo en una verdad literaria que realmente atrape al lector? Eso sin la carpintería no se puede.

Cuando uno atrapa a un lector logra comunicarle un ritmo respiratorio que no se puede romper, porque si rompe despierta, entonces cuando uno ya logra ese ritmo la escritura de pronto encuentra que hay una frase coja, hablo en términos de ritmo, entonces yo llego a poner un adjetivo, dos adjetivos,  de tal manera que no rompa ese ritmo.

Se encuentra un adjetivo que no debería estar ahí, pero esta para que no despierte, eso es la carpintería de la escritura”.

– Gabriel García Márquez.

Lo arriba presentado proviene de la siguiente producción: Leer Escribir Comprender (a partir del minuto ustedes encuentran a Don Gabriel García Márquez en la referencia), ver:

http://youtu.be/e0E8XgdkQK4

Para escribir es necesario leer y leer en libertad, un aporte significativo para los novatos es la publicación de Editorial Alfaguara (22/04/2011) del texto completo del discurso de Mario Vargas Llosa en la 37º Feria del Libro de Buenos Aires (21/04/2011) que aparece bajo el siguiente título:

«LA LIBERTAD Y LOS LIBROS»

“Agradezco a los organizadores de la Feria del Libro de Buenos Aires honrarme con la invitación a ocupar esta tribuna el día de la inauguración. He tenido ya ocasión de participar en ella hace algunos años y me alegra saber que ha ido creciendo y atrayendo cada vez a más editores, libreros y lectores hasta convertirse en una de las ferias de libro más importante mes en todo el ámbito de nuestra lengua.

No me extraña nada que haya ocurrido así. Desde la primera vez que pisé Buenos Aires, hace de esto cerca de medio siglo, advertí que esta ciudad y los libros tenían una afinidad recóndita, comparable a la que sólo había advertido antes en París, y que, al igual que esta última, Buenos Aires era una ciudad de librerías -modernas y anticuarias-, de cafés literarios, de escribidores y lectores, donde todo letraherido se sentía inmediatamente en su casa. No es por eso nada raro que uno de los más grandes creadores de nuestro tiempo, Jorge Luis Borges, fuera un porteño y que se pueda decir de su extraordinaria obra que toda ella es como la exhalación imaginaria emanada de una biblioteca, institución en la que Borges, recordemos, en uno de sus más bellos textos, materializó el Paraíso.

Agradezco también a los organizadores de este certamen haber resistido las presiones de algunos colegas y adversarios de mis ideas políticas, para desinvitarme. Y extiendo mi agradecimiento a la Presidenta, señora Cristina Fernández de Kirchner, cuya oportuna intervención atajó aquel intento de veto. Ojalá esta toma de posición en favor de la libertad de expresión de la mandataria argentina se contagie a todos sus partidarios. Este episodio, me parece, más allá de lo anecdótico, plantea un asunto interesante y actual al que no me parece inadecuado abordar en el marco de este certamen con una breve exposición que se podría titular: «La libertad y los libros».

Manuscritos, impresos y, ahora, digitales, los libros representan la diversidad humana (mientras no sean expurgados, claro está). A condición de que puedan participar en ella sin discriminación, cortes, sin censura, los libros de una Feria del Libro son, en pequeño formato, la humanidad viviente, con lo mejor y lo peor que ella tiene: sus creencias, sus fantasías, sus conocimientos, sus sueños, sus amores y sus odios, sus prejuicios, sus pequeñeces y grandezas.

Ningún espejo retrata mejor a esa colectividad de hombres y mujeres que conforman las diversas tradiciones, culturas, etnias, lenguajes, mitos, costumbres, modos y modas del fenómeno humano. Esa extraordinaria variedad desaparece cuando, abandonando la superficie, gracias a los libros nos sumergimos en lo profundo hasta llegar a aquellas raíces o denominadores comunes de la especie, pues allí descubrimos lo que hay de solidario y semejante por debajo de aquella frondosa variedad: una condición, unos sentimientos, unos anhelos, unas alegrías y unos miedos que establecen una identidad recóndita sobre las diferencias y distancias que la historia ha ido forjando entre razas, pueblos y culturas a lo largo de los siglos.

Los libros nos ayudan a derrotar los prejuicios racistas, étnicos, religiosos e ideológicos entre los pueblos y las personas y a descubrir que, por encima o por debajo de las fronteras regionales y nacionales, somos iguales en el fondo, que los «otros» somos en verdad «nosotros» mismos. Gracias a los libros viajamos en el espacio y en el tiempo, como hizo Julio Cortázar en La vuelta al día en ochenta mundos sin salir de su biblioteca, y comprobamos que, con todos sus matices y variantes, la humanidad es una sola y compartida.

Podemos comparar el mundo de los libros que en estos momentos nos rodea con un bosque encantado. Ellos están allí, quietos, inertes, silenciosos, como los árboles y las plantas de las fantásticas historias infantiles, esperando la varita mágica que los anime. Basta que los abramos y celebremos con sus páginas esa operación mágica que es la lectura para que la vida estalle en ellos convocada por la hechicería de sus letras y palabras, y un surtidor de ideas, imágenes y sugestiones se eleve del papel hacia nosotros nos impregne, arrebate y traslade a otra vida, a menudo más rica, coherente, intensa y entretenida que la vida verdadera, en la que a menudo las rutinas embrutecedoras cotidianas nos dejan apenas resquicios para la exaltación y la felicidad.

La vida de los libros nos enriquece y nos transforma. Nos hace más sensibles, más imaginativos y, sobre todo, más libres. Más críticos del mundo tal como es y más empeñados en que cambie también él y se vaya acercando a los mundos que inventamos a imagen y semejanza de nuestros deseos y sueños.

Por eso, los libros son un testimonio inapelable de las carencias y deficiencias de la vida, aquellas que incitan a los seres humanos a crear mundos de fantasías y a volcarlos en ficciones para poder tener aquello que la vida que vivimos no nos da.

El viaje al corazón de ese bosque encantado de los libros no es gratuito, un paseo divertido y sin secuelas. Es un viaje que deja huellas en el sentimiento y la inteligencia del lector, la comprobación de que el mundo real está mal hecho pues no basta para colmar nuestros anhelos. ¿Para qué inventaríamos otros mundos si con éste nos bastara? Es imposible no salir de un buen libro sin la extraña insatisfacción de estar abandonando algo perfecto para volver a lo imperfecto y empezar a mirar el entorno con cierto desánimo y frustración.

Nada ha hecho que el mundo progrese tanto desde los tiempos de la caverna primitiva hasta la era de la globalización como ese viaje a lo imaginario que acompaña a hombres y mujeres desde su más remoto pasado y del que da testimonio inequívoco el mundo vertiginoso y laberíntico de los libros.

No es sorprendente, por ello, que los libros hayan despertado, a lo largo de la historia, la desconfianza, el recelo y el temor de los enemigos de la libertad, de quienes se creen dueños de las verdades absolutas, de todos los dogmáticos y fanáticos que han sembrado de odio y violencia zigzagueante el curso de la civilización.

La Inquisición lo vio clarísimo: los libros deben ser examinados y purgados por censores estrictos para asegurar que sus contenidos se ajusten a la ortodoxia y no se deslicen en ellos apostasías y desviaciones de la doctrina verdadera. Dejarlos prosperar sin esa camisa de fuerza de la censura previa sería poblar el mundo de heterodoxias, teorías subversivas, tentaciones peligrosas y desafíos múltiples a las verdades canónicas. Esta mentalidad llevó a decidir que todo un género literario -la novela- fuera prohibida durante los tres siglos que duró la colonia en todas las posesiones españolas de América.

Durante trescientos años no se pudo editar ni importar ficciones en las colonias americanas. El contrabando se encargó de que muchas novelas circularan en nuestras tierras, felizmente. Pero una de las perversas -o tal vez felices- consecuencias de esta prohibición fue que, en América Latina, como la ficción fue reprimida en el género que la expresaba mejor -las novelas-, y coma los seres humanos no podemos vivir sin ficciones, éstas se la arreglaron para contaminarlo todo -la religión, desde luego, pero también las instituciones laicas, el derecho, la ciencia, la filosofía y, y por supuesto, la política-, con el previsible resultado de que, todavía en nuestros días, los latinoamericanos tengamos grandes dificultades para discernir entre lo que es ficción y realidad. Eso ha sido muy beneficioso en los dominios del arte y la literatura, pero bastante catastrófico en otros, en los que sin una buena dosis de pragmatismo y de realismo -saber diferenciar el suelo firme de las nubes- un país puede estancarse o irse a pique. Los comisarios políticos han reemplazado en la vida moderna a los inquisidores de antaño.

Vez que se ha apoderado de un gobierno un fanático religioso, ideológico o un caudillo megalómano que se cree dueño de la verdad absoluta, los libros se han visto sometidos a purgas, recortes y vejaciones para tratar de evitar que lo que ellos encarnan mejor que nadie -la diversidad humana, la variedad de ideas, creencias, puntos de vista, costumbres y tradiciones- se divulgue y contradiga la visión dogmática, excluyente y autoritaria entronizada. Nazis, fascistas, comunistas, caudillos militares o civiles enceguecidos por los espejismos de las verdades absolutas han tratado a lo largo de toda la historia y en todas las geografías del planeta de domesticar y embridar el espíritu creativo, insumiso y crítico -que ha sido siempre el motor del cambio-, pero, por fortuna, siempre han fracasado. Dejando, eso sí, en el camino una miríada de víctimas – torturados, encarcelados y asesinados- que, pese a la represión y a las persecuciones, mantuvieron siempre viva aquella llama de libertad que anida, como un alma secreta, en el corazón de los libros.

Leer nos hace libres, a condición, claro está, de que podamos elegir los libros que queremos leer, y que los libros puedan escribirse e imprimirse sin inquisidores ni comisarios que los mutilen para que encajen dentro de las estrechas orejeras con que ellos aprisionan la vida. Defender el derecho de los libros a ser libres es defender nuestra libertad de ciudadanos, el precioso fuego que la atiza, mantiene y renueva.

Una de las mejores tradiciones de la Argentina ha sido ser un país de libros, escritores y lectores. Yo lo recuerdo muy bien, pues en mi infancia y mi adolescencia se nutrieron de revistas y libros (y, añadiré, películas y canciones) que se producían y editaban en este país y se difundían por todos los rincones de América. Por ejemplo, llegaban puntualmente a Cochabamba, la ciudad boliviana donde viví hasta los diez años. Recuerdo muy bien la llegada periódica de Leoplán para el abuelo, el Para ti que leían mi madre y mi abuela y en Billiken que yo esperaba como maná del cielo. Más tarde, de universitario en San Marcos, en Lima, conocí la literatura más renovadora y moderna, (de Faulkner a Thomas Mann, de Joyce a Sartre, de Camus a Forster, de Eliot a Hemingway, gracias a las traducciones que editoriales como Losada, Sudamericana, Emecé, Sur y otras publicaban y distribuían por todo el continente. Como innumerables jóvenes latinoamericanos de mi generación puedo decir por eso que debo buena parte de mi formación literaria a esa pasión por los libros que anida en el corazón de la cultura argentina.

Hago votos porque esa hermosa tradición se renueve y fortalezca y que sea la mejor expresión de ello esta Feria del Libro de Buenos Aires.

Muchas gracias.” – Mario VARGAS LLOSA

Como se puede apreciar del texto del discurso de Don Mario, al escribir y decir hay que disponer de valores, tomar una posición y defenderla, pelear por las reivindicaciones, todo esto es más difícil sino se comprende y se descifra la importancia de los libros y la literatura.

En la siguiente producción se “narran por escrito” alrededor de 70 reglas para escribir y el paquete tiene la finalidad de apoyar a los novatos en el proceso de escribir. Ver:

Reglas para escribir textos (casi 70) para novatos, ESPOL, ICQA, CSECT, 2011.06.15.

Su enlace directo a YOUTUBE, ver:

http://www.youtube.com/watch?v=P4xVQ_ZtqFA

Daniel Cassany al explicar la importancia del concepto de literacidad crítica nos hace ver cómo han cambiado las formas de leer y escribir, aunque usemos las mismas palabras, aquí el enlace para escuchar su exposición de 7 minutos, que valen la pena, acceder mediante enlace:

http://www.youtube.com/watch?v=QvFQ5cTRsbA

A las reglas referidas podemos añadir algunas más, entre ella, una personal que ahora comparto con ustedes.

Recorra mentalmente una situación que haya vivido y para algunos segmentos de la misma elabore etiquetas que representen una identificación cualitativa o cuantitativa de los trancos coexistidos. Los siguientes etiquetas provienen de un día común ciudadano: ambición (1), fracaso (2), cínico (3), precio (4), egoísmo (5), tribulaciones (6), disfraces (6), humildad (7), estrellas (8), artista (9), sí mismo (10). Ahora que las etiquetas mantienen relaciones con otras, incluso con las no registradas.

Los lectores, de quererlo, pueden apreciar lo que Oscar Wilde escribe hace mucho tiempo atrás en torno a etiquetas arriba enlistadas – las referencias se presentan en paréntesis -, ver:

(1 y 2) La ambición es el último recurso de los fracasados.

(3 y 4) Es  cínico quien conoce el precio de todo y el valor de nada.

(5) El egoísmo no es vivir como uno quiere, sino pedir a los demás que vivan como uno quiere.

(6) A veces, las que nos parecen tribulaciones amargas no son sino bendiciones disfrazadas.

(7) Si me elogian recibo un lección de humildad, si me insultan sé que he tocado las estrellas.

(9 y 10) El verdadero artista es un hombre que cree absolutamente en sí mismo porque es absolutamente él mismo.

Todo lo aquí presentado es un modesto aporte para fomentar entre nuestros novatos el oficio de escribir (dentro y fuera de la ESPOL), el mismo que es una faena que incluye cuerpo, mente, corazón y herramientas cotidianas, pero que es un esfuerzo que requiere voluntad, disciplina, tiempo y sobre todo el arte de revisar y alguito más.

(Siempre +) en:

http://blog.espol.edu.ec/vicenteriofrio

(x +) en:

http://www.youtube.com/user/vart12345

How to be a leader at ESPOL 2011 i GYE EC, ver:

http://www.youtube.com/watch?v=SdD_epeezHw

¿NOS ESCRIBEN?

PREGUNTAS, APORTES, SUGERENCIAS Y COMENTARIOS, POR FAVOR, HACERLOS  LLEGAR VÍA COMMENTS A ESTA ENTRADA.