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diciembre 9, 2010

CHOCOLATE

Una de las primeras adivinanzas que aprendí de niña fue:

Choco con una roca y late mi corazón. Qué será?

Pues nada más, ni nada menos que el chocolate.

Y es que el exquisito aroma a chocolate ronda envolvente cautivando el entorno, se expande inconfundible, se huele, se disfruta;  es un placer total. No hay quién se resista a degustar una deliciosa taza de chocolate caliente en los inviernos de la vida o en el intenso frio de un día de lluvia.

Por la cantidad de cosas positivas que brinda,  consumirlo es la panacea del siglo.  Gracias a los flavonoides, a la cafeína y a  la pentilamina se incrementan los niveles químicos alteradores anímicos tales como la serotonina y las endorfinas, que actúan como antioxidantes. Estimula la mente y porque no decir el alma, beneficia el corazón, reduce la presión sanguínea,  mejora el nivel de azúcar, reduce el riesgo de un paro cardiaco, desaparece la fatiga, sube el colesterol bueno y baja el malo,  favorece la llegada de sangre al cerebro, previene el daño celular, mejora el humor, disminuye los sí­ntomas premenstruales, alivia la tos y endulza la vida.

Se reciben chocolates en cualquier ocasión especial, un cumpleaños, una visita, un pequeño detalle, navidad. Lo encontramos de mil y un formas, desde un bombón, hasta un helado, desde un vibrante mouse hasta una deliciosa torta. Deleite de los sentidos, aroma que cautiva y transporta a mundos de emociones y goces.

Pero como decía Aristóteles: Todo con moderación. Disfruta de esta delicia, pero no exageres.

Yo por mi parte, seguiré con aquella tradición de cada fin de año, tomar chocolate caliente junto a mi madre, y saborear un pequeño bombón, a escondidas de mi, cada que mi organismo lo requiera.

Luz Gabriela Rodríguez

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