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ANÉCDOTA (# 2), DE LA SATISFACCIÓN A LA PREOCUPACIÓN, POR MIGUEL YAPUR AUAD, 2010.01.12

martes, enero 12th, 2010

ANÉCDOTA (# 2)

DE  LA  SATISFACCIÓN  A  LA  PREOCUPACIÓN

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POR: M. Sc. MIGUEL  YAPUR AUAD

(Profesor Titular de la Facultad De Ingeniería En Electricidad Y Computación)

Invitamos a todos los profesores, administrativos y estudiantes  para que compartan  sus anécdotas y de esa manera fortalecer la familia politécnica.

Nuestro segundo anécdota es del M. Sc. Miguel Yapur Auad,  la cual ha sido denominada por su autor como el  «DE  LA  SATISFACCIÓN  A  LA  PREOCUPACIÓN»,  a saber:

«Estaba yo cursando mi segundo semestre en la ESPOL, era el primer término de 1976. Recuerdo que en ese semestre yo tenía 2 grupos de estudio: el primero lo conformaban Aquiles Guerrero, Luis Aguirre, Eduardo Spandre, Juan Rodríguez y Kléber Franco; todos ellos se graduaron de Ingenieros Eléctricos de Potencia. El segundo grupo en cambio, lo conformaban Susana Aizaga, la primera Ingeniera graduada de petróleos; Susana Toro, Ingeniera Mecánica, recientemente fallecida; Carlos Castañeda, actualmente es productor de noticias de Teleamazonas; Sergio Hincapié y Colón Mayorga, también Ingenieros Eléctricos de Potencia. A la postre, yo era el único que iba a seguir Electrónica.

Todos veníamos de aprobar el primer semestre, por lo cual nos registramos en las materias pertinentes: Cálculo II, Física II, Física Experimental II, Dibujo Técnico, Inglés II y Química General II.

De esta última materia guardo recuerdos gratos que son el motivo de esta anécdota. Antes de narrarla, es necesario conocer la modalidad de calificaciones de la ESPOL en esa época.

El semestre se dividía en 3 partes: el primer aporte, el cual se calificaba sobre 2.00; el segundo aporte, que también se calificaba sobre 2.00; y el tercer aporte, que era el final y acumulativo, el cual se calificaba sobre 6.00. También había un examen de recuperación, el cual podía ser sobre 6.00, sobre 8.00 ó sobre 10.00. Dependía de lo que el alumno quisiera mejorar.

Nuestra profesora era la Dra. Cecilia Sancho. El primer examen fue relativamente sencillo; todos mis compañeros obtuvimos notas arriba de 1.40. A mitad del segundo aporte la Dra. Sancho tuvo que viajar a un curso al Japón y el Dr. Monsalve la reemplazó por 2 semanas. El segundo examen fue difícil porque tuvimos el cambio de profesor y el material del examen fue diferente del material de estudio. Recuerdo que hubo notas por debajo de 1.00.

En el tercer aporte llegó el nuevo profesor, el Dr. Ananías Aguilar. Sus clases eran buenas. Pero, la forma en que explicaba difería de lo que habíamos visto con los 2 profesores anteriores. Le daba otro enfoque a la materia.

Recuerdo lo pesado que fue estudiar para el examen final de Química II.

Con los 2 grupos de estudio pasamos verdaderas malas noches. ¡Qué difícil se nos hizo!

Y llegó el día del examen final, el cual fue tomado en una de las aulas hexagonales.

El profesor nos repartió los exámenes en hojas mimeografiadas, alumno por alumno. Teníamos las 2 horas reglamentarias para resolver el examen.

Cuando recibí mi hoja, el examen me pareció sencillo; tal es así que lo terminé en menos de 40 minutos. Lo revisé, esperando que algún otro compañero se me adelantara y lo entregara antes que yo. No fue así. Yo fui el primero en entregar el examen.

¡Qué satisfacción! ¡Qué fácil! ¡Ningún otro compañero lo había terminado todavía!

Recuerdo que le agradecí al profesor por ponernos un examen tan fácil, pero me extrañó ver rostros de preocupación en mis compañeros. Cuando salía del aula, mis amigos me miraban como diciendo «es un genio» y yo los miraba mostrándoles cara de suficiencia.

Me preguntaba ¿por qué se demoran si estudiamos lo mismo? Pues bueno, estuve afuera del aula hasta que se completaron las 2 horas y en todo ese tiempo, nadie más salió. Me comencé a preocupar.

Cuando salieron mis compañeros, corrieron a preguntarme por las respuestas de los problemas. Yo les respondía: ¿qué problemas?  Pues la hoja mimeografiada tenía 2 caras. Mi examen tuvo sólo una cara impresa. En ese momento pasé de la satisfacción a la preocupación.

Recuerdo que visité al profesor en su oficina y le manifesté que sólo había una cara impresa en mi examen. Luego de revisarlo me dijo que había sido una falla del mimeógrafo y que lo visitara en la semana entrante para ver que decisión tomaba.

Yo pasé 5 días de sufrimiento, pensando que me anularía el examen o que me tomaría otro con igual grado de dificultad. Me pasé estudiando Química II todo el fin de semana.

Al final, el día que entregó notas, en forma muy justa me dijo que me calificaba lo que había en el examen. Saqué 5.90 sobre 6.00. Fue la mejor nota del curso. Sin embargo, varios de mis compañeros de estudio tuvieron que rendir el examen de recuperación para poder aprobar la materia.

Como moraleja de esta anécdota, en los casi 24 años que tengo de ser profesor de la ESPOL, cada vez que elaboro mis exámenes, los reviso uno por uno para verificar que ambas caras estén impresas y que no ocurra lo mismo que en aquella ocasión con el examen de Química General II.» – Miguel Yapur

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