“Tus brazos siempre se abrían cuando quería un abrazo. Tu corazón comprendía cuando necesitaba una amiga. Tus ojos tiernos se endurecían cuando me hacía falta una lección. Tu fuerza y tu amor me guiaron y me dieron alas para volar”.
La APESPOL celebró el Día de la Madre, en el salón Principal del Guayaquil Tennis Club el día 10 de Mayo de 2013, desde las 17H 30 hasta las 10H 00.
Toda la vivencia se resume en forma completa en los vídeos contenidos en la siguiente lista de YOUTUBE:
APESPOL: Feliz Día de La Madre: Es un arte ser Mamá – Celebración- 2013.05.10.
En la sección FIN de SEMANA de Diario Expreso al domingo 17 de junio de 2012 (día del padre) tenemos de Francisco Huerta Montalvo la publicación En el nombre del padre.
En su trabajo, Pancho, nos brinda el calorcito amable de la herencia otorgada por los padres, no mueve el andamio de la memoria y vemos los templos de la justicia. Huerta nos invoca el valor supremo de la libertad, honra, padre, etc.
El columnista en forma maravillosa con ayuda de sus herramientas de intelectuales a llegar (nos conduce) desde la nostalgia hacia lo contemporáneo del presidente Lugo, recordando al Padre George Washington y al crítico y profundo Nietzsche.
En esencia un buen padre es una riqueza para pobre y ricos, la mayor diría Juan Luis Vives.
La columna FIN de SEMANA es una lectura obligada para todos los novatos dentro y fuera ESPOL, ver:
CONTENIDO
En el nombre del padre
“Me vino de pronto a la memoria el título de la célebre película irlandesa. Podría pensar que el recuerdo surge por la fecha de hoy. Quizás, pero sobre todo, desde adentro siento que me brota como una necesidad de repudiar la perversión de la justicia que en esa película se narra, a partir de dos casos de graves manipulaciones judiciales en el Reino Unido.
Y es que de la calidad de administración de la justicia depende mucho la condición democrática de una república. Y dependen dos bienes irrenunciables, parte sustantiva de lo que, precisamente, denominamos patrimonio, lo mejor del mismo: la libertad y la honra.
Por supuesto y sin duda, también y como siempre por esto o por aquello, esta divagación me pone en primer plano la añoranza de mi viejo, mi querido viejo que se fue y sigue estando.
Quise, quiero, mucho a mi padre. Evocarlo me genera una tibia sensación interior lo más parecida a la nostalgia, un calorcito amable que parece detener el tiempo y predispone a mirar al frente sin mirar a nada y ver tanto, sin embargo: ver tanto; vertiginosamente en un minuto.
Razón tiene el autor argentino, de cuyo nombre no quiero acordarme (ocurre don Miguel) que interpretaba eso de la nostalgia como dolor de nosotros mismos, nos algia. No sé. Lo cierto es que ese calor, obviamente no daña, abriga sí, de ciertos fríos íntimos generados por los viejos miedos y, así mismo, protege de los dolores que están por suceder. Lo que todavía falta por perder. En fin.
Perdonen los lectores este hondo desliz sentimental. No lo sientan cursi. Una lección bien aprendida, que es bueno compartir, me ha dejado saber que a la expresión de los sentimientos siempre la ennoblece la autenticidad. Igual que la degrada la farsa.
Con mi viejo, que sabía mucho sobre muchas cosas (y casi nada sobre muchas otras) aprendí, sobre todo, comportamiento; especialmente ese arriba referido de la autenticidad que nos dota de la capacidad de ser frontales, directos y capaces de poner la opinión propia muy arriba en la escala del lujo, que un pobre poeta polaco establecía a partir de auto propio, casa propia…
En fin, y esta ocasión uso de nuevo esa cómoda muleta intelectual (¿emocional?) para escaparme por la vía del sano y saludable buen humor. Mi padre que lo disfrutaba, como casi todos los gordos, me contó en ocasión de un primer viaje a la capital de los Estados Unidos aquello de que en muchas casas en la zona de Maryland, Virginia y otros estados aledaños, existían placas con la inscripción: Aquí durmió George Washington. Y añadía, narrando con gracia, el viejo chascarrillo a tantos otros próceres asignados: con razón dicen que es el padre de la Patria.
Ahora, y no es chiste, dicen que el presidente Lugo, es tres veces padre: Padre por su investidura eclesiástica; padre por los hijos que acaba de reconocer y todo indica que tendrá que seguir reconociendo y, también, padre del nuevo Paraguay que se está construyendo, luego de los malos años de las dictaduras.
¡Buen ser humano el Padre Lugo! Humano, demasiado humano, diría el amigo Nietzsche.
Lo cierto es que el día tiene motivos para festejar, incluso como en mi caso, si el padre ya ha partido. Dejar que riele su presencia, aún como una luz trémula, repleta de emociones, no hace daño. Por el contrario, nos devuelve a lo que en verdad somos y por tanto, tonifica el espíritu”. – Francisco Huerta Montalvo (huertaf@granasa.com.ec) columnista Diario Expreso (Guayaquil Ecuador).