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Por adelantado, feliz cumpleaños John Robert Wooden (100 años por cumplir). Parte de su legado educativo, ESPOL, ICQA, 2010.03.29

lunes, marzo 29th, 2010

POR ADELANTADO, FELIZ CUMPLEAÑOS

JOHN ROBERT WOODEN (100 AÑOS POR CUMPLIR)

ESPOLICQA

2010.03.29

JOHN ROBERT WOODEN

JOHN ROBERT WOODEN

Para el 14 de octubre de 2010 John Robert Wooden  habrá cumplido cien años, pero muchos se preguntaran:

¿Quién es John Robert Wooden?

Es un ex entrenador de baloncesto estadounidense considerado el mejor entrenador de la historia de la NCAA, gracias a los 10 campeonatos conseguidos con su equipo de toda la vida. Es miembro del Basketball Hall of Fame como jugador (1961) y como entrenador (1973), algo que solamente han logrado además de él Lenny Wilkens y Bill Sharman.

Aquí queremos destacar algunos componentes del legado de John Wooden para el deporte, deportistas y el sistema educativo en general. Presentamos parte de sus testimonios en vídeos y un par de extractos de sus entrevistas adaptados a nuestra realidad lingüística.

En primer lugar, aquello que John Wooden destaca en su libro «Wooden: A Lifetime of Observations and Reflections on and Off the Court»  sobre la positiva influencia del rol paterno sobre su comportamiento como maestro y entrenador.

Según el entrenador, su padre le dio un pedazo de papel con una lista de cosas por las debería guiarse por el resto de su vida. Wooden padre rogó a su hijo para que usará su lista para dar forma a su carrera, al matrimonio y como norma de filosofía en general.

La lista titulada «Siete cosas para hacer» es esquematizada al español:

1. Ser honesto consigo mismo

Al final del día, no hay nadie cuya opinión sea la más importante excepto la suya propia. Wooden Padre advierte: «No compararse con los demás. No tratar de ser mejor que la otra persona. Pero en lo que estás haciendo, tratar de ser lo mejor que puede ser.»

2. Ayudar a los demás

Para John Wooden el contenido: «Dad y se os dará» es una norma muy poderosa.

Se matiza que su motivación para ayudar a los demás no debe comprender pedir a los otros algo a vuelta de sus favores. Firmemente cree que se reciben más cuando usted toma una actitud de dar sin pedir nada a cambio.

3. Hacer de cada día su obra maestra

Se insiste que no hay que medirse a sí mismo por lo que ha logrado, sino por lo que debería haber logrado con su capacidad. Se recuerda que  «No se puede vivir un día perfecto sin hacer algo para alguien que nunca será capaz de pagarte.»

4. Beber de los buenos libros (la Biblia es uno de los favoritos para John Wooden)

5. Hacer de la amistad una obra de arte

Se hace énfasis que la amistad y la familia son la clave para el éxito en la vida, pero requieren algo de trabajo darles vida.

«La amistad viene de la estima mutua, el respeto y devoción. Un gusto sincero para todos.»

6. Construir un refugio para enfrentar los días de lluvia

El refugio puede ser físico, emocional, financiero, la familia, la amistad, etc.

7. Orar por orientación, contar y dar gracias por las bendiciones de todos los días

Los siete puntos de la lista anterior, a mi criterio, tienen plena vigencia para los estudiantes de la ESPOL. Son esplendidas referencias y puntos de partida para llegar alcanzar una excepcional formación profesional.

En el enlace se aprecia a John Wooden en toda su lucidez y haciendo algo que le encanta: agradecer con una poesía a Dios, ver:

http://www.youtube.com/watch?v=w-FyRMpo824

Del  sitio http://www.ted.com/ hemos tomamos la transcripción que corresponde a la charla John Wooden: Coaching for people, not points, la misma que la presentamos adaptada al nuestra realidad lingüística, ver:

«Yo acuñé mi propia definición sobre éxito en 1934, cuando enseñaba en una escuela secundaria de South Bend, Indiana.

Estaba un poco decepcionado (y tal vez desilusionado) por la forma en que los padres de los jóvenes de mi clase de inglés esperaban que sus hijos obtuvieran una A o una B. Ellos pensaban que una C estaba bien para los hijos de los vecinos, porque los hijos de los vecinos todos son niños promedio. Pero no estaban satisfechos cuando sus propios niños tenían C, esto hacía que el profesor se sintiera que había fracasado, o que el joven había fracasado. Y aquello no está bien.

El buen Dios en su sabiduría infinita no nos creó a todos iguales en lo que se refiere a la inteligencia, como tampoco somos iguales en lo que se refiere a tamaño y apariencia. No todos podían obtener una A o una B y no me gustaba la forma de juzgar de los padres respecto a la C.

Y yo sabía cómo los alumnos de varias escuelas en los años 30 juzgaban a sus entrenadores o equipos deportivos. Sí uno les ganaba a todos, entonces usted era considerado razonablemente exitoso.

No completamente exitoso. Porque descubrí que a pesar que tuvimos un número de años en la UCLA donde no perdimos un juego, parecía que no ganamos cada juego individual por el margen que algunos de nuestros alumnos habían predicho. Y muy frecuentemente yo sentía que ellos habían apoyado sus predicciones de una forma más materialista.

Pero eso era así en los años 30, por lo que lo entendía. Pero no me gustaba. Y no estaba de acuerdo con ello. Y quería salir con algo que «esperaba» me hiciera un mejor maestro, y entregárselos a los jóvenes bajo mi supervisión (ya fuera en la clase de deportes o en la de inglés),  refiero a algo que ellos apetecieran, algo más que sólo una calificación alta en el salón de clases, o más puntos en una competencia deportiva.

Pensé en eso durante un buen tiempo y quería encontrar mi propia definición sobre éxito. Pensé que eso podía ayudar. Y sabía cómo el Sr. Webster lo definía: «la acumulación de posesiones materiales o la obtención de una posición de poder o prestigio», o algo por el estilo. Logros dignos tal vez, pero en mi opinión no necesariamente indicativos de éxito. Así que yo quería encontrar algo propio y mío.

Recuerdo que me crié en una pequeña granja al sur de Indiana. Y mi papá trató de enseñarme a mí y a mis hermanos que nunca se debe tratar de ser mejor que otra persona. Estoy seguro que cuando él hizo esto, bueno, en algún lugar lo acumule, supongo que en los rincones ocultos de mi mente y que apareció años más tarde. Nunca tratar ser mejor que otra persona, siempre aprender de los demás. Nunca rendirse. Tratar de ser lo mejor que pueda usted ser: eso está bajo su control.

Si estás demasiado absorto, involucrado y preocupado en relación a las cosas de las que no tienes control, ese particular afectará adversamente a las cosas sobre las que tienes control. Luego me crucé con este muy simple verso que dice, «En el estrado de Dios para confesar, se arrodilló una pobre alma y bajando la cabeza, gritó «¡He fallado!» El Maestro dijo: Habéis hecho lo mejor, eso es el éxito.»

De esas cosas y otras tal vez, acuñé mi propia definición de éxito, que es: «paz interior alcanzada mediante la auto-satisfacción de saber qué uno hizo todo el esfuerzo para brindar lo mejor que es capaz». Yo creo que eso es cierto. Sí usted se esfuerza en hacer lo mejor de lo que es capaz y trata de mejorar la situación que existe para usted, yo creo que aquello es éxito. Y no creo que otros puedan juzgar eso. Pienso que es como el carácter y la reputación.

Su reputación es lo que se percibe que usted es; su carácter es lo que realmente es. Y creo que el carácter es mucho más importante de lo que se percibe que usted es. Esperaría que ambos fueran buenos. Pero no necesariamente serán lo mismo. Bueno, esa era mi idea y quería tratar de hacerla llegar a los jóvenes.

Me encontré en mi vida con otras cosas. Me encanta enseñar (fui mencionado por el anterior orador en relación a que me gusta la poesía, yo juego con ella un poco, y me encanta). Hay algunas cosas que me han ayudado, creo, a ser mejor de lo que hubiera sido. Sé que no soy lo que debo ser, ni lo que debería ser. Pero creo que soy mejor de lo que hubiera sido al atravesarme con ciertas cosas. Una de ellas era sólo un pequeño verso que decía: «Ninguna palabra escrita, ni petición dicha, puede enseñar a nuestros jóvenes lo que deberían ser. Tampoco todos los libros en todos los estantes suman en sí lo que los maestros son en sí mismos».

Lo anterior causó una impresión en mí en la década de 1930. Y trate de usarlo, más o menos, en mi enseñanza ya fuera en los deportes o en el salón de inglés. Amo la poesía y siempre he tenido un interés en ella de una u otra forma. Tal vez sea porque papá solía leernos en la noche. Lámpara de aceite de carbón, no teníamos electricidad en nuestra casa de la granja. Y papá nos leía poesía. Así que siempre me gustó. Y en la misma época en que me crucé con este verso, me crucé con otro. Alguien preguntó a una maestra por qué ella enseñaba. Y ella, después de un tiempo, dijo que quería pensarlo. Luego se levanto y expreso, «Me preguntan que por qué enseño y yo respondo, ¿Dónde más puedo encontrar tan espléndida compañía?»

En aquel salón de clase con la maestra estaba un hombre de estado, fuerte, imparcial, sabio. Otro era Daniel Webster, de gran elocuencia. Un doctor se sienta junto a él, cuya rápida y firme mano podía reparar un hueso, o contener el flujo vital de sangre. Y ahí hay un constructor, levantando el arco de una iglesia que construye donde el sacerdote podrá hablar la palabra de Dios y guiar un alma que ha tropezado, a tocar a Cristo. Y en aula hay todo acerca de una reunión de profesores, agricultores, comerciantes, trabajadores. Aquellos que trabajan, votan, construyen, planean y oran por un gran mañana. Y puedo decir, no podré ver la iglesia, escuchar la palabra o comer la comida que sus manos cultiven. Pero tal vez podré. Y después podré decir. Los conocí una vez y él era débil o fuerte, audaz, orgulloso o jovial. Lo conocí una vez, pero entonces él era un niño. Ellos me preguntan que por qué enseño y yo respondo: «¿Dónde puedo encontrar tan esplendida compañía?»

Yo creo que la profesión del docente (es verdad) con tantos jóvenes. Y tengo que pensar en mis jóvenes de UCLA, más de 30 abogados, 11 dentistas y doctores, muchos, muchos profesores y otras profesiones. Y eso te da un gran placer, verlos continuar.

Siempre intenté hacer sentir a los jóvenes que estaban ahí, primero que nada, para obtener una educación, el básquetbol era secundario, con el deporte costeaban sus gastos. Los jóvenes necesitan un poco de tiempo para sus actividades sociales pero si permiten que las actividades sociales tengan mayor prioridad sobre las otras dos no vas a tener nada por mucho tiempo. Así que esas eran las ideas que intentaba hacerles llegar a los jóvenes bajo mi supervisión.

Yo tenía tres reglas, más o menos, a las que me apegaba prácticamente todo el tiempo. Las había aprendido antes de llegar a UCLA, y decidí que eran muy importantes. Una era: nunca llegar tarde. Nunca llegar tarde. Más tarde insistí: si nos íbamos a algún lugar, tenían que estar arreglados y limpios. Hubo un tiempo en que los hacía vestir sacos, camisas y corbatas. Luego vi a nuestro Rector venir a la escuela en mezclilla y cuellos de tortuga, y pensé, no es correcto para mí seguir con esto de las corbatas. Por lo que lo deje: sólo tenían que estar arreglados y limpios.

Uno de los grandes jugadores que tuve, de quien probablemente han escuchado, Bill Walton, vino a tomar el autobús cuando nos estábamos yendo a algún lugar a jugar. Y no estaba arreglado ni limpio, por lo que no lo deje ir. No pudo subirse al autobús. Tuvo que ir a casa y arreglarse para ir al aeropuerto. Así que yo era muy quisquilloso con eso. Yo creía en eso. Creo que el tiempo es muy importante. Creo que se debe ser puntual. Pero sentía que lo practicaba, por ejemplo, empezamos puntualmente, terminamos puntualmente. Los jóvenes no tenían que sentir que los ibas a tener por mucho tiempo.

Generalmente, al dar pláticas en las clínicas de entrenadores, a los jóvenes entrenadores, a quienes están entrando en la profesión (la mayoría de ellos son jóvenes y probablemente recién casados) les digo: «No alarguen sus prácticas. Porque se irán a casa de mal humor. Y eso no es bueno para un hombre recién casado (irse a casa de mal humor.)» Cuando sean mayores, eso no hará ninguna diferencia.»

Así, yo creo en la puntualidad, creo en empezar a tiempo, y creo en terminar a tiempo. Y otra regla que tenía: ni una sola mala palabra. Una mala palabra y tú estás fuera por el día. Si yo lo veo en un juego, sales y te quedas sentado en la banca. La tercera era, nunca criticar a un compañero de equipo. Yo no quería eso. Solía decirles que a mí me pagaban para hacerlo. Ese era mi trabajo. Me pagaban para hacerlo. Lastimosamente poco, pero me pagaban para hacerlo. No como a los entrenadores de hoy, por Dios, NO. Es algo diferente de lo que era en mis días. Esas fueron las tres cosas a las que me apegué todo el tiempo Y eso en realidad provino de mi padre. Eso fue lo que una vez intentó enseñarnos a mí y a mis hermanos.

Finalmente se me ocurrió una pirámide que me ayudo, yo creo, a convertirme en un mejor entrenador. Es algo así: Mi pirámide tiene bloques. Y los bloques de la base eran la diligencia, entusiasmo, trabajar arduamente y disfrutar lo que estás haciendo. Subiendo hasta la cúspide. De acuerdo a mi definición de éxito. Y justo en la cima: fe y paciencia.

Y les digo a ustedes, en cualquier cosa que estén haciendo, deben de ser pacientes. Deben de tener paciencia si desean que las cosas pasen. Hablamos de que la juventud es muy impaciente. Y lo son. Quieren cambiarlo todo. Creen que todo cambio es progreso. Y vamos envejeciendo y vamos dejando ir las cosas. Y olvidamos que no hay progreso sin cambio. Así que se debe tener paciencia.

Yo creo que debemos tener fe. Creo que debemos creer, verdaderamente creer. No solamente decirlo: creer que las cosas resultarán como deberían, siempre que hagamos lo que deberíamos hacer.

Creo que nuestra tendencia es esperar a que las cosas salgan como queremos, muchas de las veces. Pero no hacemos las cosas que son necesarias para hacer que esas cosas se vuelvan una realidad. He trabajado en esto durante unos 14 años, y creo que me ha ayudado a llegar a ser un mejor entrenador. Pero todo giraba en torno a esa definición original de éxito.

Saben hace algunos años, había un árbitro de las Ligas Mayores de Béisbol llamado George Moriarty. El escribía Moriarty con sólo una «i». Nunca había visto eso antes, pero él lo hacía. Los jugadores de las ligas mayores de béisbol (muy perspicaces acerca de esas cosas) se dieron cuenta de que había sólo una «i» en su nombre. Se sorprenderían saber que en varias ocasiones muchos le dijeron que esa i la que tenía en la cabeza.

Pero él escribió algo que creo que hizo mientras yo lo intentaba hacer la pirámide. Lo llamó «El Camino por Recorrer, o El Camino Recorrido.»  A veces pienso que Moiras debe sonreír mientras lo condenamos e insistir que la única razón por la que no podemos ganar, es que Moiras mismo falló. Sin embargo, las vidas de nuestros ancestros claman: ganamos o perdemos dentro de nosotros mismos. Los trofeos brillantes en nuestras repisas nunca podrán ganar el juego de mañana.

Usted y yo sabemos en muy en el  fondo, siempre hay una oportunidad de ganar la corona. Pero cuando fallamos en dar lo mejor, simplemente no hemos pasado la prueba, la prueba de darlo todo y no quedarnos con nada hasta ganar el juego. La prueba de mostrar lo que se entiende por agallas, De seguir jugando cuando otros se dan por vencidos. La prueba de seguir jugando sin ceder, es la determinación con que gana una copa. De soñar que hay una meta por delante. De tener esperanza cuando nuestros sueños mueran. De rezar cuando nuestras esperanzas han huido. Aún perdiendo, no temer a la caída, si valientemente hemos dado todo. Pues, quién puede pedir más de un hombre que dio todo lo que estaba a su alcance. Darlo todo, me parece, no está lejos de la victoria. Y así los Moiras rara vez se equivocan, no importa cómo se retuerzan y serpenteen. Somos usted y yo quienes creamos nuestro destino: nosotros abrimos o cerramos las puertas del camino por recorrer o del camino recorrido.

Esto me recuerda otra tercia de consejos que mi padre quiso transmitirnos. No lloriquee, No se queje. No invente excusas. Solo da un paso afuera. Lo que sea que hagas, hazlo a lo mejor de tus habilidades. Y nadie puede hacer más que eso.

Mis rivales nunca me han escuchado decir ganar. Nunca mencione ganar. Mi idea es que se puede perder cuando superas en puntuación a alguien en un juego. Y se puede ganar cuando eres superado en la puntuación. Yo me he sentido así en algunas ocasiones. Y sólo quería que los jugadores fueran capaces de mantener su cabeza erguida después del juego.

Yo solía decir que cuando termina un juego y ve a alguien que no conoce el resultado, yo esperaba que no pudieran adivinarlo por nuestros comportamientos si hemos ganado al oponente o el oponente nos había ganado.

Esto es lo que verdaderamente importa: sí regularmente usted hace el esfuerzo por hacer lo mejor que pueda, los resultados serán lo que deben ser. No necesariamente lo que quiere que sean, pero serán lo que deberían ser y sólo usted sabrá si puede hacerlo. Y eso es lo que quería de ellos más que cualquier otra cosa. Y conforme pasó el tiempo yo aprendí más de otras cosas, y creo que funcionó un poco mejor, en cuanto a resultados. Pero deseaba que la puntuación del juego fuera el derivado de estas otras cosas y no la finalidad en sí.

Me parece que Cervantes dijo, «El viaje es mejor que el destino.» Y eso me gusta. Creo que estamos llegando a eso. A veces cuando llegas, hay casi una decepción. Pero es llegar ahí lo que es divertido. Me gustaba, como entrenador de básquetbol en la UCLA, que las prácticas fueran el trayecto, y el juego fuera la finalidad: el resultado final.

Me gustaba subir y sentarme en los estrados, verlos jugar y comprobar si había realizado una labor digna durante la semana. Una vez más, es lograr que los jugadores se sientan satisfechos consigo mismos, en saber que habían hecho el esfuerzo de lograr lo mejor de lo que eran capaces.

A veces me preguntan quién fue el mejor jugador que tuve, o los mejores equipos. Jamás podré responder eso.

Una vez me preguntaron «Suponga que de algún modo usted pudiera visualizar al jugador perfecto. ¿Qué es lo que usted desearía?» Yo respondí, «Bien, querría uno que supiera por qué estaba en la UCLA: para obtener una educación, que fuese un buen estudiante, pero que supiera, en primer lugar, por qué estaba en la UCLA. Pero también querría uno que pudiera jugar. Querría uno que se diera cuenta que la defensa suele ganar campeonatos y que trabajara duro en la defensa. Pero querría uno que jugara a la ofensiva también. Querría que no fuese egoísta y que buscase el pase primero y no tirara todo el tiempo. Y querría uno que pudiese dar pases y que hiciese pases.

He tenido algunos que podían y no lo hacían, y he tenido otros que lo hacían y no podían. Quería que fuesen capaces de tirar desde fuera. Quería que fuesen buenos por dentro también. He querido también que sean capaces de rebotar bien en ambos extremos. Y por qué no tener a alguien como Keith Wilkes y dejarlo así. Él tenía las aptitudes. No era el único, pero era alguien que yo utilizaba en esa categoría en particular, porque pienso que hizo su mejor esfuerzo en llegar a ser el mejor.

Menciono en mi libro, «Me llaman Entrenador», a dos jugadores que me dieron gran satisfacción; que se acercaron más que cualquier otro a alcanzar sus potenciales en su totalidad: uno fue Conrad Burke y otro fue Doug Macintosh. Cuando los conocí en primer año (no teníamos nuestro equipo de primer año) y los de primer año no podían representar al equipo. Pensé, «Cielos, si estos dos jugadores, cualquiera de ellos» estuviese en otro año, pero recapacité en cada uno al momento en que estaba ahí.

Vaya, si Burke y Macintosh logran representar al equipo, si cada uno es bueno como para lograrlo, nuestra representación debe ser muy deplorable.» Y ustedes conocen que uno de ellos fue un jugador titular por una temporada y media. El otro fue  en su siguiente año y  jugó 32 minutos en un juego del campeonato nacional, fue algo magnifico para nosotros. Y el año siguiente, fue un jugador titular en el equipo del campeonato nacional. Y entonces pensé que no jugaría ni un minuto, y lo hizo. Esto son las cosas que te dan gran alegría, y gran satisfacción al verlas.

Ninguno de los dos jóvenes podía tirar muy bien. Pero tenían porcentajes de tiro sobresalientes, porque no lo forzaban. Y ninguno podía saltar muy bien, pero mantuvieron una buena posición y por tanto hicieron buenos rebotes. Recordaron que cada tiro que es tomado, será perdido. He tenido demasiados que se paran a esperar a ver si lo pierden, entonces van y es demasiado tarde. Alguien más se les adelantó. Y no eran muy rápidos, pero jugaron en buena posición, mantuvieron un buen equilibrio. Así que jugaron una buena defensiva a nuestro favor. Así que tenían cualidades (se acercaron a ellas) tanto como para alcanzar posiblemente su potencial total como ningún otro jugador que haya tenido. Por lo que los considero tan exitosos como Lewis Alcindor o Bill Walton, o muchos de los otros que teníamos (había algunos sobresalientes)»  John Wooden

Para ver el vídeo acceder a:

http://www.youtube.com/watch?v=0MM-psvqiG8

Ahora, sí usted escribe las palabras «John Wooden»  en un buscador las respuestas lo guiaran a la pirámide de Wooden, la cual trataremos en otra entrada.

Finalmente para llegar al mundo de los juicios críticos invitamos a tomar ideas de primera mano en:

http://www.ted.com

Saludos otra vez a quienes llegaron hasta aquí, os recomiendo gastar unos segundos haciendo click en:

Marzo 3 de 2010, Por qué tomar QG II, ver:

http://www.youtube.com/watch?v=FAB5PiOc-mo

Febrero 14 de 2010, No pierdas a Ática de vista, para novatos, ver:

http://www.youtube.com/watch?v=rzkMSYduPXk

Por más vídeos del blog (asuntos educativos), acceder a:

http://photopeach.com/album/x9io8h

http://animoto.com/play/r5OxKwSj55jxRJ0BXRRsIQ

http://www.youtube.com/user/vart12345

En vart12345 más de 1170 vídeos sobre asuntos educativos y formación de valores.

LOS VÍDEOS PUEDEN SER BAJADOS (DOWNLOAD) EN SUS SITIOS DE FORMA GRATUITA (FREE).

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